Capítulo 2

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«¿Eso que percibo en tus actitudes es orgullo o escapismo?»

Alynne

—Así que has hablado con él —mencionó Louis sentado a mi lado.

—Sí, he hablado con él —contesté, dirigiendo la mirada hacia el chico—. Le interrumpí mientras dibujaba y, no sé cómo, empezamos a mantener una conversación. No parece mal chico.

—No es mal chico.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Le conozco, Aly —comentó, como tratando de convencerme de su propia opinión acerca de Ross—. En realidad, la primera vez que hablé con él fue en un local. Salí de noche, lo vi con una chica y ambos empezaron a mantener una conversación conmigo. No me acuerdo sobre qué fue, pero ella parecía más ilusionada que Ross mientras me lo contaba.

—Intuyo que no se trató de la primera vez que tuvisteis una conversación.

—Intuyes bien —Louis asintió con la cabeza—. Le di mi número, él me dio el suyo y ahora somos buenos amigos.

Formulé la imagen que habría logrado recopilar de Ross dibujando y, sin saber demasiado bien por qué, sonreí. La realidad era que, tal y como le había mencionado a Louis, no parecía mal chico. Aunque durante toda mi vida había escuchado la frase «no te dejes llevar por las apariencias», tomaría una excepción con Ross.

—Alynne, cariño—la voz de mi madre interrumpió fugazmente mis pensamientos—. Nos vamos en una hora, ¿te has asegurado de guardarlo todo?

—Aún me faltan un par de cosas —le respondí—. Voy a ello.

Ella sonrió, encargándose de ordenarlo todo para que ningún pequeño roce pudiera desestabilizar la situación. Mi madre siempre era así: le gustaba tenerlo todo bajo control y me parecía un gesto que yo había heredado de ella.

Mientras caminaba hacia mi habitación, Louis me siguió en silencio, el cual se mantuvo hasta que comencé a ordenar mis pertenencias en cajas. Ahora mismo, mi casa estaba llena de cajas que a su vez estaban llenas de pertenencias mías, de mis padres y... también de mi hermana.

Al recordar a mi hermana, algo dentro de mí se nubló al completo.

—¿Te encuentras bien? —el chico lanzó una pregunta directamente.

—Sí, sí —mencioné con dificultad. Estaba mintiendo, tratando de convencerme a mí misma que no ocurría nada—. Mierda.

—Aly, ven aquí —Él no tardó demasiado en abrazarme. Sus brazos se convirtieron en el único lugar seguro al cual acudir durante dicho lapso de tiempo—. Tranquila.

Su voz me relajó, como si se tratara de un calmante artificial. La calma era precisamente lo que necesitaba en momentos como aquel, esos en los que creía que estaba sola y me hundía por no ver a mi hermana a mi lado.

—Joder, creía que... creía que ya no dolería más —murmuré con dificultad, aunque aguantando las lágrimas que amenazaban con presentarse—. Creía que lo tenía superado, Louis.

—No te centres en eso ahora, por favor.

—Es difícil.

Bastó que dijera eso para notar que me estrechaba con más fuerza contra sus brazos, permitiendo al mismo tiempo que mi cabeza descansara en su hombro. Ahora era él quien se aferraba a mí sin soltarme, todo para hacer el intento desesperado de provocar mi calma.

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