Capítulo 22

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«Felicidad y rotura a partes iguales»

Alynne

El primer estímulo que llegó a mí fue el de un ruido en la puerta. Me acerqué, la abrí con calma y esbocé una sonrisa al reconocer a la persona causante de aquello.

Louis estaba frente a mí.

—Louis, hola. ¿Ocurre algo?

—La verdad es que sí. Ocurre algo. ¿Podría hablar contigo?

—Claro —Sonreí y me hice a un lado—. Pasa.

El chico atravesó el espacio restante y cruzó miradas con mi madre, quién estaba en el pasillo.

—Hola, Stella.

Ya tenía la suficiente confianza con ella como para llamarla por su nombre.

—Hola, Louis —saludó en un gesto amable—. Es un placer verte de nuevo.

—El placer es mío —dijo él con una sonrisa—. ¿Puedo robarle a Alynne durante unos minutos?

Mi madre rio ante aquella ocurrencia suya. Después se acercó un momento a nosotros.

—Cuídala.

Y creo que tanto Louis como yo supimos excactamente lo que quiso decir con esa sola palabra. De igual forma, ambos subimos a la habitación atravesando las escaleras y el chico se sentó en la cama mientras yo cerraba la puerta. Cuando volví a acercarme a él, lo miré con expresión preocupada.

—¿Cómo... cómo llevas el tema de Abby? —me cuestionó de manera delicada.

Mal. Lo llevaba mal. Toda la espiral de dolor y sufrimiento nacía del sentimiento de culpabilidad que se adueñaba totalmente de mi ser al pensar en mi hermana. Sabía que diversas personas de mi entorno me habían repetido que no era culpa mía pero, ¿cómo creerles? ¿Cómo convencerme a mí misma de que no había sido yo la responsable de la muerte de mi hermana?

Fui yo quien dijo que saliéramos ese día. Fui yo quien quiso quedarse hasta la noche. Fui yo quien no apartó a Abby de la carretera cuando vi el coche. Fui yo la que le hizo promesas que no pudo cumplir.

Fui yo.

Si a lo mejor hubiera dado un paso más hacia delante justo antes que ella...

Mierda.

Antes de darme cuenta y de poder siquiera contestar a Louis, ya estaba llorando. Las lágrimas manchaban mis mejillas, recordándome la tragedia una y otra vez. La imagen de mi hermana antes y después de accidente se proyectó en mi mente. Ella era tan buena, tan pura... y yo la había llevado a ese destino trágico.

—Fue culpa mía... —mencioné con la voz entrecortada—. Si no la hubiera llamado ese día...

—Alynne, escúchame —pidió mi amigo, colocando una mano sobre mi hombro—. Nada de eso fue culpa tuya. Se trató de un accidente. No puedes culparte por lo sucedido. No puedes. Si lo haces, dejas que esto te gane. Y yo sé que eres mucho más fuerte que todo lo que pueda interponerse en tu camino.

—No soy tan fuerte, Lou —sollocé—, no lo soy. Nunca lo he sido.

—Que no lo veas ahora no significa que no sea cierto —comentó, suavizando la mirada—. No puedes torturarte tanto.

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