Capítulo 35

235 23 7
                                    


-—Voy a follarte como llevas toda la vida deseando que te follen. Y te garantizo que cuando te la meta, no pensarás en ningún momento que lo hago en contra de tu voluntad.

-—Ni de Broma. Jamás te daré mi consentimiento.

El desafío que lanzo flota en el aire entre nosotras mientras extiende una mano para tocarme de nuevo. Doy un respingo al sentir la caricia de su índice en el mentón, desde donde baja por la garganta y sigue hasta detenerse entre mis pechos. Se me endurecen los pezones en contra de mi voluntad.

-—Tu cuerpo te traiciona.

-—Aquí hace frío.

-—Engáñate todo lo que quieras, Garzón. Pero contéstame con la verdad a esto: ¿Cuándo fue la última vez que follaste con un alguien de verdad? Con alguien que sepa lo que necesitas. Con alguien que te arrebate el control y te dé lo que te mueres por recibir. ¿Cuántas veces te has masturbado con los dedos para poder correrte después de que el flojo de tu marido se diera media vuelta?. - -Detesto que lo sepa.

-—No lo menciones siquiera. Calle levanta las cejas.

-—Él es el motivo de que estemos aquí, ¿no? No pudo satisfacer su deuda y estoy seguro de que tampoco podía satisfacer a su mujer.

Me acaricia un endurecido pezón con un dedo y contengo el aliento con un jadeo. Me cubre un pecho mientras usa el pulgar para recorrer el pezón y la areola, haciendo que la piel me estalle en llamas. Quiero aborrecerla. Jamás he deseado tanto aborrecer algo, pero tiene razón. Y Laura villa también tenía razón.

Mi cuerpo me está traicionando. Nos rodea un calor abrasador, procedente de su mano allí donde me toca; de su mirada donde la posa; y del infierno que se ha desatado en mi interior. Aferra un pezón entre el índice y el pulgar, y le da un apretón cada vez más fuerte, hasta que la línea entre el placer y el dolor se difumina, y me veo obligada a apretar los muslos.

Me suelta al instante y se aleja como si no hubiera estado a punto de provocarme un orgasmo solo con esa simple caricia. Ladea la cabeza para observarme.

-—María José , ¿sabes qué más es el poder? Un afrodisíaco. Puedes tenerme miedo y desearme al mismo tiempo. Intensificará todo lo que experimentes.

Aprieto los dientes. Detesto que exista la mínima posibilidad de que esté en lo cierto.

-—No deseo esto. No lo he pedido y jamás me someteré voluntariamente. Lo juro por lo más sagrado.

Sus labios adoptan una expresión que soy incapaz de interpretar. ¿Fascinación? ¿Curiosidad? ¿Desafío?

-—En ese caso, cédeme ahora mismo el cien por cien de Garzón Guzmán inc.  —Se aleja de mí y se mete una mano en el bolsillo interior de la chaqueta oscura para sacar un papel doblado.

Cruzo los brazos por delante del pecho, porque de repente me siento muy desnuda.

-—No. Esa empresa es mía. Es el legado de mi familia. Es lo único que siempre he deseado. Y si crees que soy tan tonta como para creer que solo vale medio millón de dólares, estás muy equivocada.
Me mira con los ojos entrecerrados.

-—¿Con las deudas que arrastras? ¿Hipotecada al máximo? Suerte tienes de que esté dispuesta a quedármela para que siga funcionando en vez de cerrarla y vender los alambiques por una miseria.

La idea de que desmantele Garzón Guzmán inc. me provoca otra oleada de furia.

-—No pienses siquiera en ponerle un puto dedo encima a mi empresa. No permitiré que te la quedes.
—Mis palabras solo pueden calificarse de despectivas… y quizá también de ridículas. Espero que me suelte alguna réplica furiosa, pero se limita a sonreír con arrogancia.

-—Pensaré en poner el dedo donde me dé la gana. —Se saca un bolígrafo del otro bolsillo interior.

-— Pero si firmas esto, podrás irte sin que mi dedo recorra todas y cada una de las curvas de tu cuerpo hasta que lo conozca mejor que el mío. Sin que chupe estos pezones tan duros y rosados. Sin que te agarre esa alborotada melena negra con ese mechón blanco y la use para inmovilizarte mientras follo ese culo tan respingón que tienes hasta que grites mi nombre.

Tengo que esforzarme para respirar de forma entrecortada mientras ella deja el papel y el bolígrafo en la mesa a modo de desafío. La lámpara de la mesa ilumina el título de otro documento legal cuyo único fin es el de arruinarme la vida.

CESIÓN IRREVOCABLE DE TITULARIDAD

Aunque el fuego que ha provocado antes sigue abrasándome, la odio. Odio. No es una palabra que hubiera entendido realmente hasta ahora. Pero, al ponerme en esta situación, Calle me ha ayudado a comprenderla a la perfección.

Es un sentimiento visceral, acompañado por una ira tan grande que me ha provocado un nudo en la boca del estómago y que aviva las llamas.

Sempiterno < CACHÉ G!P >Donde viven las historias. Descúbrelo ahora