Capítulo 9

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Solo hay unas cuantas cosas que doy por sentadas en esta vida:

El whisky Garzón Guzmán  es el mejor que he probado en la vida.
Nueva Orleans siempre será mi hogar. Y no voy a prostituirme para pagar las deudas de mi difunto marido. Claro que su voz todavía resuena en el aire.

«A ti»

Me tiembla la mano mientras paso las páginas y memorizo las palabras. Pero, en realidad, lo único importante de este documento es la cifra que no puedo pagar y la fecha en la que debía haberlo hecho. Lo ojeo por encima, renuente a seguir mirándolo, pero me llama la atención una frase escrita a mano en la parte posterior de la última página.

Se concede una extensión de pago de una semana.

Debajo del texto escrito hay una firma ininteligible, pero no hace falta ser un genio para saber de quién es.
¿Una semana? Como si son siete meses. No puedo reunir medio millón de dólares. Punto.
¿Qué hizo mario con el dinero? Espero en silencio que el Señor me conteste con una voz estentórea desde el cielo; pero, obviamente, eso no sucede.
¿De verdad importa a estas alturas? El dinero no está. Mario tampoco. Y yo soy la que se queda con el marrón porque, tal y como he descubierto, para mi desgracia, como única beneficiaria y albacea del testamento, todas sus deudas son mías y debo hacerles frente. El caos de un matrimonio fallido se extiende más allá de lo que esto puede significar
«hasta que la muerte nos separe».

No pienso abrirme de piernas para pagar las malas decisiones de..

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