Capítulo 55

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Aparta la silla de la mesa, haciendo que los platos se sacudan y que el agua se derrame de nuestras copas de cristal.

-—Tienes la mano herida, pero la boca te funciona de puta madre.

Se mira la bragueta.

-—De rodillas.

Me arden los pulmones por la rabia, porque me imagino a Mario sentado tras su escritorio, ordenándole a Temperance que se la chupara para conseguir un aumento de sueldo. Son todos iguales.

-—Que te den por culo, Daniela. No pienso ponerme de rodillas para chupártela.

Lo digo completamente en serio, aunque tal vez sea lo más peligroso que he hecho en la vida. Aparece un tic nervioso en su mentón y resopla por la nariz.

Un criado entra, sin duda para comprobar si estamos listos para el siguiente plato.

-—Fuera de aquí, joder.

Su orden me provoca una descarga de adrenalina, porque no aparta la vista de mí. Me alejo de la mesa, preparada para salir corriendo. Creía que era de las que se quedaban a plantar cara, pero al final resulta que soy de las que salen corriendo.

El criado desaparece y cierra la puerta con fuerza al salir, pero ni siquiera he conseguido levantarme del todo de la silla antes de que Calle golpee la mesa con la palma de la mano, sacudiendo los platos.

-—Tú no. Tú no vas a salir de aquí hasta que consiga lo que quiero. Hiciste el trato y vas a cumplirlo. De buena gana.

-—Te odio.

La verdad vibra en esas palabras.

-—En ese caso, supongo que, hasta que acabe contigo, vamos a follar mucho mientras me odias.

El vibrador cobra vida al máximo. Se sacude dentro de mí, añadiendo el deseo a la vorágine de emociones que se debaten en mi interior, aplastando cualquier otra cosa.

-—¿Cuánto tiempo lo dejo vibrar hasta pararlo y cortarte el rollo?

Es una pregunta retórica y, además, soy incapaz de contestar.

-—¿Las mismas veces que me has negado acceso a tu dulce coñito? ¿O hasta que me supliques que te deje correrte?

Me aferro al mantel de encaje y lino mientras intento conservar el último resquicio de cordura. ¿Cómo puedo desear a esta mujer? La odio. Pero nunca he ansiado algo con tantas ganas.

Cambia la intensidad de la vibración una y otra vez, llevándome al borde del abismo y deteniéndose justo antes de que me corra.

Estoy a punto de gritar por la frustración, porque es cuestión de segundos que me rinda, y me niego a que consiga postrarme de rodillas, literal o figuradamente.

-—Fóllame de una vez y deja que me corra, ¡hija de puta sádica!

La voz chillona resuena en el comedor y casi no la reconozco como propia.

-—Por fin, joder

Replica élla, y estoy tan de vuelta ya de todo que me da igual la nota triunfal de su voz.

Calle arranca el mantel de un tirón, tirando al suelo los platos y las copas. Extiende los brazos hacia mí justo cuando yo me abalanzo sobre élla.

Me pone las manos en la cintura, pegándome a su cuerpo antes de levantarme y subirme a la mesa, entre sus piernas separadas.

No se molesta en abrir el vestido por una de las rajas laterales. Desgarra la delicada seda por el centro, empezando desde el pronunciado escote de pico, hasta que cae al suelo, hecho trizas.

Sus enormes manos me rodean el cuello y me echa hacia atrás hasta que toco la madera con la espalda.

-—Me llevas al límite más que ninguna otra mujer, y ahora voy a follarte como tengo pensado hacerlo desde el primer día. Como llevas deseando que te follen toda la vida.

-—Cabróna arrogante

Digo en voz baja, casi un hilo de voz porque me tiene sujeta por el cuello, aunque no me está cortando la respiración ni mucho menos.

-—Soy implacable, no arrogante, y ahora mismo vas a descubrir la diferencia.

Me aparta una mano del cuello para quitarse la chaqueta del traje y luego me saca el vibrador. Lo sostiene en alto, una vez más, como si lo fascinara porque está chorreando con mi flujo.

-—Esto te encanta. No solo lo deseas, es que lo necesitas. Y soy la única mujer que te lo va a dar.

Se baja la cremallera de los pantalones y el botón de la pretina sale volando. No consigo verle la polla antes de que me la meta de golpe hasta el fondo.

-—Más.

Es imposible que la súplica haya brotado de mis labios. Nunca suplicaría de esa forma. Solo soy consciente del deseo que se apodera de mí por completo mientras me penetra de tal forma que el placer se confunde con el dolor, hasta que me lanza al abismo.

Mis músculos internos se tensan y, en un abrir y cerrar de ojos, ya no estoy tendida de espaldas sobre la mesa, sino que la abrazo y le estoy arrancando la camisa de la misma manera que ella me ha arrancado el vestido.

Se me olvida que tengo la mano herida cuando le clavo las uñas en los hombros y la araño como un animal salvaje en celo mientras el orgasmo me abruma con una ferocidad que no he experimentado jamás.

Calle gruñe cuando me pone las manos en el culo y me aferra con fuerza para levantarme de la mesa y penetrarme una y otra vez. Ni sé si le estoy dejando marcas ni me importa, pero ni de coña pienso suplicarle más, mucho menos que me deje correrme.

Le muerdo el duro músculo del hombro en un intento por ahogar mis gritos. No lo consigo, pero es imposible que calle sea capaz de oírme por encima del rugido que suelta cuando se corre dentro de mí.

En cuanto mi cabeza es capaz de pensar con normalidad, se me ocurre una sola cosa… «Me cago en la puta, no hemos usado condón».

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⏰ Última actualización: Apr 10, 2022 ⏰

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