Capítulo 36

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—-Sabes que no pienso firmar eso. Garzón Guzmán es mía. Desde hace cuatro generaciones, siempre ha estado dirigida por un Garzón , y no seré yo quien permita que se aleje de las manos de la familia.

La expresión arrogante se transforma en una mueca abrasadora.

—-La única manera de que Garzón Guzmán siga siendo tuya pasa por someterte voluntariamente a mí. Quiero una sumisión total y voluntaria. No pienso repetir esta oferta. Acéptala o recházala, María José. No recibirás nada más generoso por mi parte y ten por seguro que no vas a recibir ofertas de nadie más.

Ni siquiera soy capaz de mirar esa expresión arrogante, así que me doy media vuelta y empiezo a pasear de un lado para otro. Me importa una mierda estar desnuda. Ya sabe que es mi dueña.

—-No tengo otra alternativa. Cualquiera que me conozca te daría mi respuesta en décimas de segundo. Creo en mi familia. En su legado. En nuestro whisky. En nuestras tradiciones. En mis empleados.
—Me tiembla la voz mientras sello mi destino y me doy media vuelta para mirarla a la cara

—-No firmaré. Tú ganas. Quiero ver su expresión triunfal para poder usarla a fin de avivar mi odio después, cuando me prostituya para ella.

Sus ojos color avellana me recorren con la pasión de la victoria. Coge el papel y lo rompe por la mitad, tras lo cual deja que ambos trozos caigan al suelo.

—-Sabía que no lo necesitaría.

Qué cabróna. Solo estaba jugando conmigo. Me ha mostrado un rayo de esperanza para apagarlo después. Se agacha para coger la gabardina del suelo y me la arroja.

—-Vístete. Daniela calle es ahora tu dueña y espero que te comportes como tal. Quítate esa frase de encima antes de que vuelva a verte. No quiero leer esa mentira cuando te folle por detrás.

«Dueña. Así es como se ve, como si yo fuera de su propiedad. Como un juguete que usar y poseer».

Cojo la gabardina y meto los brazos por las mangas antes de abrochármela y de atarme el cinturón con fuerza. Esta vez, lo hago clavando la vista en el suelo. Sus bruñidos zapatos negros entran en mi campo de visión justo antes de que me coja la barbilla con los dedos y me obligue a mirarla a los ojos.

—-Tus orgasmos me pertenecen. Si te tocas sin mi permiso, te calentaré a guantazos ese coñito que tienes hasta que me supliques para correrte.

Pero ¿qué se ha creído esta troglodita…? Me zafo de sus dedos con un movimiento brusco de la cabeza, porque ya no me importa mi seguridad personal. Ya me ha reclamado como mercancía. ¿Qué más puede pasar? Además, si cree que voy a facilitarle las cosas… Echo a andar en dirección a la estantería más alejada de la estancia, porque se me da mucho mejor decir lo que pienso cuando paseo de un lado para otro.

—-No vas a ser la única que imponga las normas aquí. Tengo condiciones. Nadie puede enterarse. Ni mi familia ni mis empleados. Nadie. No quiero que mi nombre se asocie al tuyo en ningún momento.

No me detengo a considerar la imprudencia de lo que estoy diciendo, porque estoy demasiado cabreada como para morderme la lengua. Furiosa, me doy media vuelta y echo a andar en dirección contraria, manteniendo los ojos clavados en cualquier cosa que no sea Daniela calle, al menos hasta que haya acabado de enumerar mis exigencias.

—-Decidiremos de mutuo acuerdo el lugar y la hora de nuestros encuentros. Se acabó esto de mandar un chófer para que me recoja y me ponga una capucha. Me niego. No me dejarás marcas. No me harás daño. Y, por supuesto, nada de quitarme de en medio cuando todo esto acabe, porque te juro que mis amigos y mi familia no permitirán que te vayas de rositas.

Sempiterno < CACHÉ G!P >Donde viven las historias. Descúbrelo ahora