Capítulo 32

370 29 10
                                    


Dos de los hombres más temidos del tráfico de drogas mexicano y podría ejecutarlos en mi despacho sin que nadie me pusiera una mano encima.

Cuando te ganas la reputación de no tener límites, ni debilidades, y de que estás dispuesto a que la sangre corra por las calles, la gente no pone a prueba tus límites ni quebranta tus reglas.

Una parte de mí se siente decepcionada por el hecho de que María José Garzón no haya opuesto más resistencia. Pensaba que el temperamento de esa pelinegra con ese mechón blanco, que le queda divino saldría a la luz, pero parece ser que no ha sido así.
Una gran decepción.

Me concentro de nuevo en la discusión, pero eso es hasta que ella mira la cámara directamente, como si la hubiera localizado y supiera que la estoy observando.
Adopta una expresión desafiante al tiempo que se lleva las manos al cinturón de la horrorosa gabardina que lleva puesta, y la observo con creciente interés.

Cuando se la quita y la deja caer el suelo, mi polla se tensa contra la seda del forro de los pantalones.
Joder. ¡Joder! Esbozo una sonrisilla. A lo mejor no es una decepción después de todo. Además, ha conseguido que me desentienda por completo de la conversación que tiene lugar delante de mí, algo inaceptable.

Me obligaré a esperar. Da igual que esté desnuda en mi biblioteca, llevando únicamente los zapatos de tacón que le envié, con la barbilla en alto y expresión orgullosa. Va a esperar.
Los negocios siempre son lo primero.

La veo darse la vuelta, reclamando toda mi atención de nuevo. Se me pone todavía más dura cuando me ofrece una panorámica de ese culo perfecto y respingón del que ahora soy dueña.

En la base de la espalda tiene unas letras en mayúscula que no recuerdo haber visto en ninguna de las informaciones que he recabado de ella y, desde luego, nada que apareciera en las fotos.

Con un movimiento de la muñeca, pincho en la imagen y la amplío, pasando por completo de la discusión que mantienen delante de mí.

Un gruñido sale de mi garganta y siento una bola de fuego en el estómago al descifrar las palabras.

SIN DUEÑO.

«María José Garzón , desde luego que no me vas a decepcionar después de todo».

A ver cuánto dura. Ha conseguido destruir oficialmente mi concentración, algo por lo que va a pagar, pero la reunión se ha acabado.

Me levanto.

-Gustavo, tú te quedas la heroína y la marihuana. Eduardo, tú la coca, las pastillas y la meta. -- Los dos vuelven la cabeza para mirarme.

-Pero...

-Gustavo, ¿quieres ver a tu amante esta noche? Porque como sueltes otra puta palabra más por esa boca, te meto una bala en la cabeza y le mando tu polla en una caja. -- Cierra la boca de golpe, y miro a Eduardo.

-¿Alguna queja?

-No. Mi organización se encargará de que todo funcione.

-Bien, pues ya hemos terminado.

Clavo la vista de nuevo en la pantalla y en la mujer que tiene los brazos cruzados a la espalda, y me está haciendo un par de peinetas. Resoplo por la nariz.

Ningún hombre se atrevería a hacer eso. Ni siquiera los dos cabrones que tengo delante y que en México han colgado los cuerpos de muchas personas inocentes de los puentes sin más motivo que el de inculcar el miedo.

Parece que mi primera impresión de María José Garzón era certera. Tiene fuego en su interior, uno que no he encontrado en ninguna otra mujer.

Ha llegado la hora de que vaya a ver a mi nueva adquisición.

Sempiterno < CACHÉ G!P >Donde viven las historias. Descúbrelo ahora