Pero la siguen todos los motivos que evitaron que hiciera el equipaje y saliera corriendo hacia el aeropuerto, además del más razonable de todos: es imposible que llegue muy lejos con estos tacones si intento correr.¿Qué consecuencias me acarrearía ese acto de cobardía? No quiero averiguarlo.
Cicatriz me abre la puerta trasera del coche y ni siquiera me hace el gesto de subir. Lo da por hecho. Nadie desobedece a su jefa, y lo sabe. Agacho la cabeza para entrar en el coche más lujoso que he visto en la vida. El cómodo asiento de cuero de color marrón parece abrazarme nada más sentarme. Ha llegado el momento. Se me queda la boca seca al pensarlo.
Solo soy la mercancía que Daniela calle ha exigido que le entreguen. Ni siquiera merezco una sola palabra por parte del chófer mientras se sienta al volante y arranca el coche. Teniendo en cuenta lo fuerte que me late el corazón ahora mismo, estoy segura de que voy a morir de un infarto antes de que el coche se mueva siquiera.
Trago saliva, pero tengo la boca tan seca que es casi imposible. Miro el discreto portabebidas del interior. En él hay una botella de agua Bling H 2 O. Es la primera vez que veo una, pero recuerdo haber leído un artículo online sobre el ambicioso empresario que convirtió el agua de un manantial de Tennessee en un producto que cuesta cuarenta dólares solo por embotellarlo con cristal escarchado y ponerle cristales de Swarovski. Al parecer, el «brillibrilli» parece ser la clave de la noche, como si hubiera elegido la marca de agua para que haga juego con los zapatos y con la lencería. O a lo mejor Daniela calle es tan rica que le da igual derrochar el dinero en caprichos extravagantes.
Como no me fío de lo que pueda haber en el agua, paso de la botella y veo que Cicatriz me ofrece algo porque ha extendido el brazo entre ambos asientos delanteros. Una capucha de tela negra. Parecida a las que la CIA usa con los terroristas cuando van a torturarlos. Por Dios Bendito. Si antes pensaba que me iba a dar un infarto, ahora estoy prácticamente segura. Cicatriz sostiene la capucha sin decir nada. ¿Me rebelo o lo acepto? Esa es la pregunta que estoy segura de que me haré durante toda la noche. La respondo en silencio al instante. Reservaré la rebelión para la persona que la merece. Siempre y cuando pueda reunir el valor en el momento adecuado.
—Vale —le suelto y le quito la capucha de un tirón para ponérmela en la cabeza.
Al fin y al cabo, no me he pasado una hora peinándome. Me he negado a concederle a Daniela calle semejante consideración. Ya tenía el pelo hecho un desastre después de haberme pasado el día mesándomelo por culpa de los nervios, así que ahora es mejor no mirarlo. Me da igual. Una vez sumida en la oscuridad, Cicatriz arranca el coche y enfila la calle sin decir ni pío.
Oigo los ruidos del exterior, como si el resto de mis sentidos se hubiera aguzado mientras intento averiguar adónde me conduce. El tráfico parece intensificarse, porque oigo bocinas y música a lo lejos. ¿Vamos al Barrio Francés? ¿Me está llevando al bar del que me habló laura? ¿Al de la contraseña? Es imposible que lo sepa a menos que me quite la capucha, y tengo la impresión de que eso no me reportaría nada bueno.
Veinte minutos después, oigo el crujido de la gravilla bajo las ruedas y el coche dobla en una esquina antes de avanzar lentamente. ¿Un garaje? ¿Un almacén? Ni idea. Cicatriz apaga el motor y abre su puerta. Al cabo de un momento, noto una corriente de aire frío en las piernas y me aprieto el cinturón de la gabardina.
Al notar que me ponen una mano en el brazo, doy un respingo en el asiento de cuero.
—La próxima vez avisa si no te importa, ¿vale? ¿Quieres que me dé un infarto antes de llegar adónde narices vayamos? -- Él no contesta, se limita a ayudarme a bajar del coche porque sigo con la capucha puesta.
Espero que me dé la mano para guiarme poco a poco y así no dar un tropiezo; pero, en cambio, me coge en brazos como si fuéramos una pareja en la noche de bodas. La idea me provoca un nudo en el estómago, porque recuerdo a mario llevándome en brazos mientras entrábamos en mi casa después de habernos fugado.
Cabrón mentiroso…
La furia me corre por las venas de nuevo y me endereza la espalda, ofreciéndome el valor que necesito para enfrentarme a la mujer más aterradora de toda Nueva Orleans.
Intento estar atenta a todos los giros, subidas y bajadas que hacemos, y a los sonidos de las puertas que se abren o que se deslizan; pero cuando Cicatriz me deja de nuevo en el suelo, estoy totalmente desorientada.
El primer olor que percibo es una suave mezcla de tabaco, cuero y libros antiguos. Oigo pasos que se alejan y, después, otra puerta que se desliza. Si no tuviera la capucha puesta, ni siquiera me habría percatado. Me arranco la capucha de un tirón y mis ojos se adaptan a la penumbra mientras la adrenalina corre por mis venas.
Lucha o huye.
Estoy lista.
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Sempiterno < CACHÉ G!P >
FanfictionEsto durará siempre y que no tendrá fin. Espero que te guste y disfrutalo.