Capítulo 37

214 22 4
                                    


Me doy media vuelta sobre los zapatos de tacón para ver cuánto la ha enfadado mi discurso… y descubro que estoy sola en la estancia.

Se ha ido. ¿La muy cabróna se ha ido? Así, sin más. ¿Sin decirme ni una puta palabra? Qué hija de puta.Aprieto tanto los dientes que me duelen las mandíbulas.

Hecha una furia, me acerco a los trozos de papel que han caído al suelo, los recojo y uno las dos partes para leer lo que hay debajo del título en negrita.

Maria jose jamás cederá la propiedad de su empresa a Daniela calle porque es cabezona, obcecada y demasiado fiel al concepto de la tradición familiar. Además, Daniela calle no necesita su empresa porque ella es suya.

Menuda mentirosa de mierda. No me ha ofrecido ninguna salida. O me conoce lo bastante bien como para darse cuenta de que esa jamás habría sido una opción que fuera a considerar. Esa posibilidad es todavía más aterradora. Reflexiono sobre el trato que acabo de hacer con el diablo en persona.

¿Qué alternativa tengo ahora? ¿Cómo voy a decirle a mi padre que he perdido la empresa que su padre y su abuelo levantaron a base de sangre, sudor y sacrificio? Mi cuerpo a cambio de mi orgullo. Ese es el trato que acabo de hacer.

Odio a Daniela calle . Hasta su nombre me provoca una descarga ardiente, surgida de una ira que nunca antes he experimentado. Odio lo que me hace sentir. Odio la respuesta de mi cuerpo. Mientras la chimenea gira de nuevo y Cicatriz aparece con la capucha, la voz de mi conciencia susurra otra verdad: Odio el hecho de desear que me toque otra vez.

POV Calle

No me hace falta imaginarme la rabia que se refleja en su cara mientras lee el documento legal de pacotilla que he preparado para nuestra reunión. Es evidente en la pantalla de mi escritorio cuando lo aplasta entre las manos.

María José Garzón era un objetivo fácil. Llena de indignación y un fuego que me encantará tener debajo. Me hace gracia que creyera que podía plantear exigencias.

Hombres adultos con los cojones bien puestos no se han atrevido. Por eso es fascinante. Y una rareza. «Solo es eso». Un entretenimiento. Un trozo de propiedad con la que divertirme un rato. La quiero dispuesta. Me niego a que sea de otra manera.

Incluso desafiante y enfurecida, ha respondido a mí como un instrumento musical con un virtuoso. Domaré su fuego. La doblegaré a mi voluntad. Se me pone dura por enésima vez esta noche mientras me la imagino doblegándose a todas mis órdenes. Ese culo. Esas tetas. Ese coñito prieto. ¿Que no tiene dueño? Y una mierda. Maria José es mía.

POV Poche

Cicatriz no habla mientras me pone la capucha en la cabeza antes de cogerme de nuevo en brazos. Arriba y abajo, vueltas y más vueltas. ¿Es una escalera de caracol? Siento la brisa fresca del exterior solo un momento antes de que me deje en el asiento trasero del coche.

De inmediato, me llevo las manos a la capucha, pero sus dedos gruesos me las aferran y me dan un apretón. Está claro que no puedo quitármela.

—-¿Tengo que dejármela puesta hasta llegar a mi casa? ¿Estás de broma? Su única respuesta es un gruñido.

Me pican los dedos por el deseo de arrancarme la capucha, pero si dejándola puesta llego antes a casa, que le den por saco que ahí se queda. Sale del garaje y los ruidos del exterior apenas si penetran en el interior del lujoso coche.

Pierdo de nuevo la noción de las curvas que toma el coche y, en cambio, me sumo en el silencio, más que preparada para que esta noche de pesadilla llegue a su fin. Cuando el coche se detiene de nuevo, me siento sobre las manos y espero a que me quite la capucha, pero no lo hace.

—-Alguien va a vernos y va a pensar que eres… Un gruñido.

Cierro el pico y dejo que me saque del coche y me lleve al apartamento. Pero hay algo que no cuadra. Oigo el tintineo de unas llaves, pero juraría que no son las mías.

Cicatriz me lleva escaleras arriba y me deja de pie mientras abre la puerta. Después, me da un suave empujón para que entre y cierra la puerta a mi espalda antes siquiera de que me pueda quitar la capucha.

Me la arranco de un tirón y me doy media vuelta mientras mi cerebro intenta asimilar a toda velocidad algo que carece de sentido. Esta no es mi casa. ¿Dónde coño estoy? Daniela. Ha sido ella. Su intención nunca ha sido la de dejarme marchar.

Sempiterno < CACHÉ G!P >Donde viven las historias. Descúbrelo ahora