Capítulo 11

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¿Cómo narices se supone que voy a conseguir información sobre ella si es un fantasma en cuanto a Internet se refiere?

Anoche no dejé de dar vueltas y más vueltas en la cama mientras los minutos y las horas iban pasando, acercándome al límite. Mi diminuto apartamento no cuenta con un árbol que dé dinero en el patio, así que puedo decir sin temor a equivocarme que no estoy más cerca de una solución que antes. Podría vender un riñón, pero supongo que ni siquiera así iba a conseguir el medio millón de dólares.

Tampoco es que siga muy de cerca los movimientos del mercado negro de órganos porque, a ver, soy una ciudadana normal que respeta la ley. Vendo whisky irlandés. Pago los impuestos abusivos que me provocan arcadas cada vez que firmo el cheque. Pero no escatimo en gastos. Juego según las reglas.

Cuando entro por la puerta lateral de la destilería, me envuelve el calor procedente de los tres enormes alambiques. A otros les resulta abrumador. A mí me reconforta. Es mi hogar. Lina Cáceres, mi directora de proceso de destilación levanta un vaso para ponerlo al trasluz antes de olerlo y probarlo.

—¿Qué tal va? Vuelve la cabeza con una sonrisa en los labios.

—Oye bien lo que te digo, María José , va a ser el mejor que hemos hecho hasta la fecha.

La sonrisa que asoma a mis labios no es forzada. Es orgullosa. «Voy a hacer que mi padre se sienta orgulloso».
Asumí un riesgo al cambiar de proveedores de malta,sin decírselo a mi padre, por cierto, y va a dar sus frutos. «Si soy capaz de mantener la destilería abierta el tiempo necesario para que vea la luz».
Me he pasado la noche imaginando posibles escenarios. Cuando firmé los préstamos con el banco, lo hice con la suposición de que todos y cada uno de ellos era público. Desconocía la deuda con Daniela calle.
¿Cómo iba a revelarla? Además, si no estaba registrada públicamente, tampoco cuenta, ¿verdad? ¿O podía ser ella un deudor secundario y forzar la liquidación para conseguir cobrar lo que se le debe después de que los deudores principales hayan cobrado? En fin, no me sé al dedillo cómo va este asunto y, lo más importante, supongo que tampoco importa.
No veo a Daniela calle  ciñéndose a las reglas que se aplican al común de los mortales. Solo conozco a una persona que tal vez podría darme cierta información. Y dado que Google me ha fallado, es mi siguiente opción. Ningún general toma decisiones sin informarse antes.

—¿No te parece, María José ? Lina me ha estado hablando y yo estaba en las nubes.

—Perdona, ¿qué has dicho? Su sonrisa amable me recuerda a todas las personas cuyo medio de vida depende de mí.

—Da igual. Solo estaba diciendo que tomaste la decisión correcta. Le echaste valor al cambiarte a la malta ecológica, y costó lo suyo, pero el resultado habla por sí solo.

En cualquier otro momento, mis pulmones habrían suspirado de alivio y habría relajado la postura, pero hoy no. Aunque puedo replicar con sinceridad.

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