Capítulo 50

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He supuesto que está hablando de su hermano, pero ese «malísimos» puede aplicarse perfectamente a Daniela.

Apuro el champán, consciente de que no voy a beber más. Si lo hago, empezaré a pensar en huir para no tener que enfrentarme a ella y esa opción no es viable. No. Esta noche tenemos que discutir las condiciones de este trato, porque la última vez me dejó con la palabra en la boca.

Dejo el vaso vacío en la mesa y la miro a los ojos.

-—Gracias por ser honesta conmigo, aunque desearía que me lo hubieras contado en cuanto pasó. De todas formas, entiendo muy bien por qué no lo hiciste. Gracias por haber aguantado sin necesidad, porque no podría haber soportado estos últimos meses sin ti. Desde luego que te has ganado el aumento.

La sonrisa de Temperance es cálida y sincera, tal como es ella.

-—Me encanta este trabajo. Me encanta esta empresa y estoy orgullosa de trabajar aquí. —Se levanta de nuevo del sillón

-— Y para que lo sepas, eres una jefa increíble.

Sus palabras me llenan de orgullo, pero también me hacen pensar en lo cerca que ha estado de tener una nueva jefa hoy. Una jefa brutal. Una para el que seguramente no se sentiría orgullosa de trabajar.

En realidad, es posible que Calle hubiera echado el cierre sin avisar y que todos mis empleados tuvieran que estar buscando trabajo a estas alturas. «Este es el motivo de que aceptara el trato», me recuerdo.

-—Gracias. Viniendo de ti significa mucho. Espero que sepa que lo digo con total sinceridad.

-—Será mejor que vuelva a mi despacho para trabajar otra hora antes de irme a casa. Más vale prevenir que curar, ¿verdad?

-—Chica lista.

-—Eso intento. Hasta mañana, jefa.

Echa a andar hacia la puerta y deja lo que queda de la botella de champán. Es una tentación irresistible. ¿No sería fácil emborracharme hasta el punto de no recordar nada de lo que suceda esta noche? Pero no voy a hacerlo.

Ya voy achispada y bastante desventaja me supone eso. Me levanto del sillón y me llevo la botella al cuarto de baño para tirar el contenido al lavabo antes de que el sentido común me abandone. La dejo vacía en la encimera. Ya me ocuparé de tirarla al contenedor de reciclaje mañana, con el resto de las botellas del restaurante.

Esta noche tengo cosas más importantes de las que preocuparme. Recojo mis cosas y me cuelgo el bolso al hombro antes de dirigirme a la puerta mientras reúno el valor necesario para enfrentarme a Daniel a calle después de la escena de esta tarde.

Estoy a punto de salir cuando siento que me vibra el bolso y me quedo petrificada.

El vibrador.

Mierda.

Me doy media vuelta y me apoyo en la puerta.

-—¿Es una advertencia, porque sabes que todavía no me lo he puesto o estás intentando cabrearme antes de que me «entreguen» otra vez?

Hago la pregunta al despacho vacío, aunque ya no estoy tan segura de que lo esté. Sé que no está aquí, pero no puedo evitar mosquearme

-— ¿Me estás observando ahora mismo? ¿Dónde están las cámaras?

Me doy media vuelta y me tambaleo un poco por los taconazos y el champán mientras examino el despacho, aunque sé perfectamente lo que hay en cada rincón

-— ¿Dónde están?

repito en voz alta, pero no tanto como para que me oiga Temperance, cuyo despacho está al fondo del pasillo.

Echo a andar de nuevo hacia la puerta y siento otra vez la vibración en el bolso antes de que toque siquiera el pomo. Me alejo de la puerta cerrada y me planto en el centro de la estancia con paso firme y pausado en esta ocasión. Levanto las manos y hago sendas peinetas mientras giro lentamente.

-—Dime si puedes verme, Calle.

El vibrador ya no se mueve, pero algo me dice que me está observando. Echo a andar hacia el cuarto de baño, cierro de un portazo y cuando arrojo el bolso a la encimera, golpea la botella de champán, que acaba rodando y cayendo por el borde.

-—¡Mierda!

La botella golpea el suelo de tal forma que acaba rota por el cuello. Podría haber sido peor, me digo mientras me agacho para recogerla. Pero como estoy achispada por el champán, no calculo bien las distancias y acabo cortándome con uno de los afilados bordes en la palma de la mano izquierda.

-—¡Joder!

Me sale sangre y duele que te cagas. Cojo un trozo de papel y me lo aprieto contra la mano para detener la hemorragia mientras me agacho en busca del botiquín de primeros auxilios que guardo debajo del lavabo.

Sé que tiene que estar por aquí. El lema de mi padre es «Siempre hay que estar preparado», algo que tiene sentido porque fue un Boy Scout. Otra tradición que quería pasar al hijo que no le tocó tener. Una vez que doy con el botiquín, cojo un rollo de gasa y otro de esparadrapo.

Al parecer, estar preparado no incluye tener apósitos del tamaño adecuado para la palma de la mano. Me quito el trozo de papel del corte y doy un respingo, aunque no es tan grave como parecía al principio. Sí que me duele, pero no es tan profundo como para necesitar puntos.

Menos mal, porque la sensación de la aguja de sutura mientras un médico me cose, aunque esté anestesiada, me pone los pelos como escarpias.Me envuelvo la mano con la gasa y la sujeto con un trozo de esparadrapo.

Ya tiraré mañana la botella rota cuando esté sobria. Cojo el bolso y salgo del despacho, lista para que «me recojan»

Sempiterno < CACHÉ G!P >Donde viven las historias. Descúbrelo ahora