—-¿Dónde estás, cabronaza?Miro de un lado para otro, deteniéndome en el papel de la pared, que presenta un sofisticado diseño de brocado en blanco y negro, buscando alguna cámara en los rincones de la ancha moldura del techo que no permite disimular su presencia.
No veo señales de cámara alguna, pero eso no significa que no las haya. Claro que, al menos, tampoco hay rastro de calle. Algo es algo. Creo.
El alivio que he sentido durante el trayecto a «casa» me abandona mientras exploro mi nueva cárcel. He oído que ha cerrado con llave. Sé que no saldré de aquí hasta que ella me lo permita. Me echo a temblar, y no precisamente por estar desnuda debajo de la gabardina.
Me abrazo por la cintura con fuerza en un intento por detener los temblores.
«No lo pienses. Reúne información. Sé un general, no una prisionera», me digo.
Me trago el miedo y me concentro en el lugar que me rodea. Debe de haber algo que me ayude a descubrir dónde estoy o que me ayude a escapar. Me doy media vuelta mientras observo el que debe de ser el salón más bonito que he visto en la vida.
La expresión «jaula de oro» nunca ha sido tan acertada. Solo hay tres colores en la estancia: negro, blanco y dorado. Hay una puerta negra lacada a la derecha y me acerco sin pérdida de tiempo a ella, con la ridícula esperanza de que pueda ser una salida, pero a sabiendas de que no va a serlo.
Es un dormitorio. No parece salido de un burdel tal como esperaba antes. Es sofisticado y femenino. Y se repite la misma decoración en blanco, negro y dorado. Una cama negra con cuatro postes domina la estancia y ocupa casi un tercio de la misma. El dosel es de una diáfana tela blanca.
El cobertor hace juego con el estampado de brocado de las paredes del salón y las sábanas negras de satén están apartadas como si el servicio doméstico ya se hubiera ocupado de esa labor. No planeaba dejarme marchar. No ha pretendido hacerlo en ningún momento.
La escena de la biblioteca era exactamente lo que laura me advirtió: la habilidad de Daniela calle para comerme la cabeza. Destierro el miedo. Es un gasto inútil de energía.
Otra puerta lleva del dormitorio a un lujoso cuarto de baño, más bonito que el de cualquier hotel que haya visto nunca y también decorado en los mismos tonos blancos, dorados y negros. ¿Por qué repetir el esquema cromático? En el cuarto de baño hay otra puerta que da a un vestidor que podría hacer las veces de dormitorio perfectamente por su tamaño, pero que está completamente vacío.
Abro los cajones del mueble del centro y descubro que también están vacíos. ¿Espera mantenerme desnuda aquí dentro? Menos mal que, por lo menos, tengo la gabardina. Pienso en el vestido que debería llevar puesto y, por primera vez, deseo no haberlo despreciado.
Salgo del vestidor para examinar el contenido de los cajones del cuarto de baño. Están atiborrados de todo tipo de productos cosméticos y de higiene carísimos. Regreso a través del dormitorio al salón y miro fijamente la puerta cerrada. Tiene dos pestillos, pero no hay manera de abrirlos desde dentro, porque no hay llave.
Aunque sé que es inútil porque he oído cómo cerraba desde fuera, aferro el pomo e intento girarlo. De todas formas, me molesto.
—-¡Gilipollas! ¡No puedes encerrarme como si fuera una puta mascota!
—Le doy una patada a la puerta con los zapatos de tacón, y lo único que consigo es arañarlos y aplastarme el dedo gordo.Regreso cojeando al centro del salón y hago un giro completo con los brazos extendidos en cruz. Siento perfectamente su mirada, aunque ella esté en otro sitio.
—-¿Esto es lo que querías? ¿Una mascota? Si mañana no aparezco, todos se darán cuenta. Llamarán a la policía. Me da igual a cuántos tengas en nómina, pero alguien habrá que no esté a tu servicio. ¡Me encontrarán y las pagarás! ¿Me querías sumisa? ¡Pues que te den por culo, daniela! ¡Esto no formaba parte del trato!
El instinto me impulsa a acercarme de nuevo a la puerta para golpearla hasta que me sangren los nudillos y me salgan moratones, hasta quedarme ronca por gritar pidiendo ayuda. Pero no lo hago.
Me niego a darle la satisfacción de verme vencida. Soy una mujer fuerte. Daniela calle no ganará. Decido aferrarme a la furia. Con voz alta y clara, añado:
—-Puede que poseas mi cuerpo sumiso, pero eso es lo único que vas a conseguir. Te juro que voy a odiarte durante todo el tiempo que esto dure.
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Sempiterno < CACHÉ G!P >
ФанфикEsto durará siempre y que no tendrá fin. Espero que te guste y disfrutalo.