Capítulo 41

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Mi mente repite el «cabróna» de antes, pero esta vez me muerdo la lengua.

Me doy media vuelta y me apresuro a entrar en el cuarto de baño, cuya puerta cierro sin pensar, hasta que caigo en la cuenta, mientras estoy lavándome los dientes, de que cerrarle la puerta en las narices a daniela tal vez no sea la mejor idea que he tenido en la vida.

De todas formas, me lavo la cara a la carrera y entro en el vestidor, donde encuentro la ropa preparada. Una falda de tubo negra y una brillante blusa dorada que parece casi transparente.

A juego con la blusa, hay un sujetador de encaje dorado que descansa en la cajonera central, al lado de un collar de perlas blancas. Blanco, dorado y negro. No tengo tiempo para preguntarme otra vez por la importancia de esos tres colores mientras me quito la sábana de encima y me visto.

No me sorprende en absoluto comprobar que todo me queda como un guante. Jamás he soñado con ponerme ropa de esta calidad y mis empleados van a notarlo. Pero me largo ya. Tengo que ir a trabajar. Me concentro en eso, porque es lo único que importa ahora mismo. Y, entonces, me acuerdo del juguete negro y dorado que me he dejado en la encimera del cuarto de baño cuando he entrado en el vestidor.

No necesito instrucciones para saber dónde tengo que insertarlo, o lo que significa el hecho de que no me hayan dejado bragas para ponérmelas. La puerta del cuarto de baño se abre sin que yo dé permiso.

—-Señora Garzón, tres minutos. —Su mirada se posa en el objeto que yo estaba contemplando. En sus labios aparece de nuevo la sonrisilla socarrona

—- Veo que no has terminado de arreglarte.

Nuestras miradas se encuentran y enderezo la espalda, levantando la barbilla con altivez mientras nuestros orgullos libran una batalla. Ambos sabemos que soy yo quien va a perder.

—-¿Vas a hacer los honores o los hago yo? —me pregunta.

Sus palabras me provocan una descarga en las entrañas, aunque deberían provocarme justo lo contrario. Ojalá esa mirada oscura me dejara fría como el hielo, pero lo que hace es encender una hoguera.

—-Iba a hacerlo ahora. Si, por favor, me disculpas un momento…

Se lo pido con educación y parece que eso le hace gracia, porque esboza una sonrisilla. En vez de marcharse, apoya uno de sus anchos hombros en la jamba de la puerta.

—-Se te olvida quién da las órdenes aquí. Levántate la falda, inclínate y métete el juguete en el coño o lo haré yo encantada.

Guarda silencio y su sonrisa adquiere un sesgo sugerente.

—- Pensándolo mejor, ni de coña. Como no lo hagas ahora mismo, lo siguiente que vas a tener en el coño va a ser mi polla mientras te follo en la encimera hasta que te corras.

Por Dios. Me llevo las manos a la boca para silenciar el jadeo espantado que acabo de contener. Las palabras tan malsonantes que salen de sus labios tienen un efecto inmediato entre mis piernas, donde se acumula al instante la humedad, que amenaza con extenderse hacia los muslos.

Cojo el vibrador con una mano y me levanto la parte delantera de la falda con la otra, tan discretamente como me resulta posible, al tiempo que me pongo de espaldas al vestidor para que ella no me vea el culo. No sé para qué. La veo negar con la cabeza.

—-Hacia el espejo. Inclínate.

El miedo que me invadió anoche cuando me ordenó que me inclinara no me asalta esta mañana, pero en su lugar aparece la rabia. Y algo más intenso.

Es como si hubiera despertado una necesidad latente que hasta ahora no sabía que existía. Como si, en realidad, quisiera que alguien me ordenara hacer estas cosas. Destierro ese pensamiento de mi mente mientras lo obedezco y me acerco el vibrador a la vagina.

—-Me apuesto lo que quieras a que no necesitas lubricante.

Cierro los ojos con fuerza, porque no se equivoca. El juguete de látex se desliza sin problemas en mi interior.

—-Antes de metértelo, mastúrbate con él.

Respiro a duras penas mientras hago lo que me dice, sacándome y metiéndome el vibrador y masturbándome hasta llegar casi al orgasmo. Me lo meto con más fuerza y solo necesito un pequeño roce en el clítoris para correrme. Estoy a punto de tocarme con la otra mano cuando ella masculla otra orden.

—-Para.

Me quedo paralizada con el vibrador dentro. ¿Qué coño estoy haciendo? ¿Estoy a punto de correrme delante de una mujer a la que odio? Me enderezo con tanta rapidez que estoy a punto de perder el equilibrio y me bajo la falda.

Cuando me vuelvo para enfrentarla, finjo que nada de esto ha sucedido. Al menos, hasta que ella se mete una mano en un bolsillo y el juguete empieza a vibrar en mi interior. La sorpresa me afloja las rodillas y me aferro como puedo al borde de la encimera para mantenerme derecha.

—-Dios mío…

murmuro sin aliento, aunque espero que ella no me oiga. No tengo tanta suerte. Se acerca a mí y me mira a los ojos.

—-Eso no fue lo que dijiste anoche mientras te tocabas hasta correrte.

El castigo que me prometió aparece en mi mente, y ella debe de adivinarlo por mi expresión. Estoy al borde del orgasmo… pero la vibración se detiene.

—-Esta mañana no tengo tiempo para castigarte por esos dedos y ese coño tan traviesos que tienes, pero ya lo haré. En mi mundo, nadie se va de rositas después de haberme desobedecido. Tengo el presentimiento de que aprenderás rápido.

Me aferro al borde de la encimera con fuerza para no borrarle de un guantazo esa expresión ufana. Me planto delante de ella en silencio. Al parecer, no necesita ni quiere que yo hable.

—-Vete antes de que cambie de opinión. Salvo para ir al baño, no te atrevas a sacártelo sin mi permiso. Te prometo que si lo haces, no te gustará el castigo.

Contengo el aliento y echo a andar hacia la puerta del dormitorio. Rodeo la cama, cojo los zapatos de tacón que llevaba anoche y la gabardina, y prácticamente corro hacia el salón, cuya puerta está entreabierta.

En el pasillo está Cicatriz, esperándome. Con la capucha en la mano. Odio la puta capucha. Pero, ahora mismo, odio más a Daniela calle. Le quito la capucha de la mano de un tirón y me la pongo en la cabeza, tras lo cual él me levanta en brazos y saca mi rígido cuerpo de la jaula dorada.

Sempiterno < CACHÉ G!P >Donde viven las historias. Descúbrelo ahora