5.

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Severus mastico con prisa antes de llevar otra porción de comida a su boca, ya había pasado una semana desde que su madre y él se habían mudado a la mansión Prince, hasta ahora no tenía quejas, su “abuela” Elena era muy amable con  él y le había prácticamente obligado a tomar una poción para que su apetito aumentará, así que los últimos días había estado comiendo el doble y el tripe de lo normal.

Su madre se veía feliz y mas alegré, se había reencontrado con muchas de sus amigas (aunque él no había podido ver a ninguna de ellas ya que no podía salir de la habitación que había sido destinada para él) Porque la única persona a la que no le agradaba su presencia era a su “abuelo” Desmond Prince, no lo había visto, ni sabia como era físicamente.
Desde que habían llegado a la mansión su madre y abuela le habían prohibido poner un pie fuera de su habitación, para así evitar encontrarse al sangre pura fanático de la sangre.

Severus tenia que admitir que se sentía un poco solo, si bien, ahora estaban mucho mejor y su madre se veía muy feliz... se sentía sola en esa habitación en la cual permanecía sin compañía por horas, pero, el ver a su madre sonreír recompensaba aquella soledad.

—Terminé.

El elfo encargado de recoger los platos y sobras recogió y se marchó con un ¡Plop! Después de la cena la hora de dormir se acercaba y su madre aún no aparecía, sabía bien que estaba en proceso de conseguir un trabajó, así que no se podía poner tan exigente. Bajo de la cama y entró al pequeño cuarto de baño, lavo su rostro y cepillo sus dientes para volver a subir a la cama y recostarse en ella.

¿Qué haría ahora?

¿Enviarle una carta a Dumbledore?

¿O debería esperar a cumplir los once años y entrar a Hogwarts?

¿O debería advertirle a Dumbledore sobre los peligros que se avecinaban?

—Buenas noches..—Elena pareció cantar al entrar, sonreía de oreja a oreja, cerró la puerta tras ella y tomó asiento en la orilla de la cama.—¿Comiste todo, cariño?—Preguntó amorosa mientras acomodaba la cobija que arropaba al niño.

Severus asintió, era complicado no saber como actuar en esos momentos.

—Perfecto, pronto estarás en tu peso ideal. Le pediré a un medimago que venga hacerte un chequeo.—Exclamó, acomodó las almohadas tras él.—¿Cómo te has sentido? ¿Te gusta tu habitación?
Severus asintió por segunda vez.—¿Mi.. mamá?—Preguntó, se sentía como un niño caprichoso, que vergüenza.

Elena acarició su mejilla.—Eileen ha salido con algunas de sus amigas de infancia. Seguro regresará algo tardé, no tienes que preocuparte ¿Vale?—Le calmó colocándose de pie, apago la luz no sin antes dejar un beso en su frente.—Descansa ¿Si?

—Hmm, si..—Murmuró, y quedó solo en la habitación.

Debería acostumbrarse, después de todo la soledad era su más leal compañera.

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—HAHAHAAHHAAH—una mujer rubia rio con fuerza antes de tomar una copa de ginebra.—¡Eileen, cariño! Que bueno que ese estúpido muggle murió, amiga.  ¿Dónde tenias la cabeza?

La pelinegra bebió un sorbo de su copa, no quería  llegar a emborracharse.—De los errores se aprende.

La rubia rio.—¡Así es! Bueno, siempre supe que eras una aventurera.—Anabelle bebió la copa por completo y rápidamente un elfo le sirvió una segunda.—Lo bueno, amiga, fue que no tuviste hijos con él. ¡¿Te imaginas?! ¡¿Un mestizo?! ¡Oh Merlín, no! ¡Que horror!

El futuro en el pasado I - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora