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CAPÍTULO III.

Severus observó cómo el ataúd poco a poco iba siendo sepultado, pocas personas habían asistido al funeral y entre esas, los pocos amigos de Tobías de infancia y trabajo. Por suerte, poco había sido el dinero que su madre le había tocado gastar, ya que Tobías contaba con un seguro funerario.

—Mi más sentido pésame. —Un hombre gordo y Barbón tendió su brazo hacia a Eileen y esta lo sostuvo dándole un pequeño apretón. —Tienes que ser muy fuerte.

Eileen asintió, fingió llorar nuevamente por el dolor de la muerte de su esposo. —Gracias, Jean. —Susurró viéndole. —Será difícil, pero lo lograré.

El hombre soltó un suspiró, el sepulturero y su ayudante finalizaron el entierro y haciendo un ademán se marcharon dejando al pequeño grupo de personas que se apresuró en despedirse de la viuda para regresar a sus casas.

—Gracias por asistir.

Jean tendió un sobre a la mujer. —Esto... te ayudará a sobrevivir por al menos tres meses, por favor acéptalo. —le murmuró, Eileen se sintió sorprendida. Pocas veces había hablado con él hombre que Tobías había jurado era su mejor amigo. —Yo... puedo colaborarte hasta que encuentres estabilidad.

La mujer sostuvo el sobre y notó rápidamente las intenciones tras aquella “buena acción", le estaba pretendió de una forma camuflada. —Yo... Jean, no necesitas hacerlo. —Le comentó.

El hombre le sonrió tímidamente. —Lo sé, pero Tobías era mi mejor amigo y yo quiero ayudarte.

La mujer le sonrió y beso su mejilla. —Gracias, te prometo que te llamaré.

El hombre asintió y se despidió de la viuda y de su hijo, creyendo que esta necesitaba un momento a solas para procesar aún la muerte de su esposo.

Severus sostuvo la mano de su madre y está bajo su vista para verle. —¿Mamá? ¿Qué haremos ahora? —Preguntó curioso. ¿Continuarían viviendo en la hilandera? ¿O su madre buscaría otro marido? ¿O decidiría vivir sola junto a él? Odiaba haber regresado en el cuerpo de un niño, poco era lo que podía hacer por su madre en ese momento.

—¿Hacer? —Repitió levemente pensativa, muchas ideas se habían instalado en su mente, pero no sabía cuál realizar. Si bien había deseado que Tobías desapareciera de su vida, jamás se planteó en concreto lo que quería hacer, pero... sólo tenía dos alternativas, hablar con sus padres o luchar sola junto a su hijo. —No tienes que preocuparte por eso ¿Vale? —Eileen se agachó y acarició su rostro. —Mamá hará lo mejor… lo mejor para ti.

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Elena Prince tuvo que contener su sorpresa al ver a su hija en el vestíbulo de la mansión, cuando uno de los elfos le informo de una visita jamás espero que fuera ella. —Eileen...—Murmuró la mujer observándola. Habían pasado casi nueves años desde la última vez que le vio y pudo notar como el tiempo había pasado en esta, seguía siendo muy hermosa, pero su rostro estaba lleno de aflicción, tristeza y preocupación—¿Qué haces aquí? —Preguntó.

La mujer tragó ruidoso, había aprovechado el anochecer para ir a visitarle después de asegurarse que su hijo dormía. —Mi esposo ha muerto, mamá. —Le anunció.

Elena abrió los ojos sorpresa. —¿El muggle? ¿Muerto? —Repitió, sintió como su estómago se retorcía. —Ya veo... ¿Por eso estas aquí, Eileen? —Aunque no lo demostrará, la mayor sintió cierta alegría al escuchar aquello, con la muerte de ese bastardo posiblemente Eileen quisiera regresar a casa, su hija estaría nuevamente junto a ella.

—Mamá, yo...—La bruja trató de buscar las palabras correctas. —¿Papá está aquí?

—Lo está—Le exclamó ella viéndole. —Pero no creo que quiera verte.

El futuro en el pasado I - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora