2.

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Severus saludo tímidamente a Lily desde el otro lado de la cera al regresar con su madre del supermercado. La situación le recordaba algo que casi había olvidado, su amistad con Lily se había consolidado después de ingresar a Howgarts, como en esta ocasión su única interacción era un saludó al verse por casualidad.

Dos semanas habían transcurrido desde que había sido arrojado al pasado, dos semanas en las que no había podido dejar de rememorar todas las desgraciadas que ocurrirían, pero que al estar ahí tenía la oportunidad de cambiar.

—¿Quieres que te compre un helado, cariño? —Preguntó Eileen mientras se detenían cerca aun pequeño camioncito heladero.

Severus negó, sabía bien que la situación económica de su familia no era la mejor, y no pensaba destruir el apretado presupuesto por un helado. Sus ropas no eran las mejores y ni hablar de su peso, sabía bien que estaba algo anímico y bajo de peso, pero... estar con su madre, valía toda la pena.

—¿Seguro, amor? —Eileen no pudo evitar sentirse algo amargada, aunque Severus aún era muy pequeño, era muy inteligente y sabía bien que su hijo se privaba de ciertas cosas para no pedir ni gastar de lo poco que Tobías ganaba.

El niño asintió y ella resignada siguió su camino a casa, entraron y fueron directamente a la cocina, las pocas compras que realizaron la subieron al comedor.

—¿Te ayudo a guardarlas, mamá?

Eileen sonrió, antes de contestar —Si tú quieres, mi amor.

Severus sonrió levemente de vuelta y así lo hizo. Si bien, siendo un niño no podía hacer mucho por su madre, una vez y entrará a Hogwarts la convencería de abandonar esa casa y ser feliz los dos, juntos.

Una lechuza entró por una de las ventanas de la cocina, distrayéndolo de sus sueños y sin esperar respuesta alguna, arrojó un sobre encima de la mesa y se marchó por donde venia, la mujer sostuvo el sobre de color blanco y lo abrió, casi esperanzada de recibir aún que sea una respuesta, pero. —Cenizas. —Murmuró con profunda tristeza.

—¿Mamá? —Severus le llamo con curiosidad. —¿Qué es?

Eileen rompió el sobre haciendo que las cenizas cayeran en la baldosa del piso. —nada importante, cariño. —Le expresó.

—iré un momento al baño ¿Vale?
Severus asintió, observó a su madre irse con rapidez y él, sin quedarse sin hacer nada, decidió limpiar la suciedad que ahora estaba en el suelo.

—¡¿Por qué tienes que ser así mamá?!—Eileen limpió sus lágrimas antes que están cayeran por sus mejillas. Había enviado unas cuantas fotografías de Severus, incluso una carta para su madre presentándoselo, no podía llevar la cuenta de cuantas veces había realizado aquella acción, pero siempre recibía lo mismo. Cenizas y más cenizas.

—Así no puedo regresar, así...  no puedo marcharme junto a Sev de aquí.
Sin poder contener el dolor, la impotencia, lloró amargamente, su vida con el muggle era lo más cercano al infierno, tenía que soportar gritos y humillaciones, había deseado muchas veces irse con su hijo, pero ¿A dónde iría? No tenía dinero y tampoco había sido capaz de reunir algo para escapar. El dinero que Tobías le entregaba a duras penas alcanzaba para la comida y ella no se marcharía con su hijo sin nada en el bolsillo o un lugar en el cual vivir.

Sus padres aún no le perdonaban el haberse casado con Tobías y menos haber destruido el linaje puro de los Prince teniendo un hijo mestizo, pero... Su hijo, su Sev era lo más importante para ella.

—Todo mejorará Eileen, todo mejorará — se dijo antes de limpiar sus lagrimas y salir como si nada del baño.

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Eileen limpió el sudor de su frente al terminar de servir la comida, observó la hora y se sintió extrañada. —¿Se habrá quedado bebiendo? —Preguntó inquieta al aire, su marido aún no llegaba.

Severus observó la preocupación en el rostro de su madre, incluso él se sintió preocupado, pero, no porque Tobías demorará si no, por el monstruo en el que se transforma cuando bebía, pero esta vez no se quedaría de brazos cruzados, aunque tenía el cuerpo de un niño, defendería a su madre a capa y espada.

El teléfono resonó sobresaltado a su madre, quien soltó un suspiró nervioso y se acercó al teléfono descolgándolo como en cámara lenta. —¿Aló? Si, buenas noches ¿Con quién hablo? —Preguntó ella al poner el teléfono en su oreja.

Severus observó como la sorpresa se plantaba en el rostro de su madre para luego pasar a una leve angustia. —¿Mamá?

—Si, yo soy su esposa. —Murmuró tragando ruidoso. —¿Qué le ha pasado a mi marido?

Eileen estuvo a punto de dejar caer el teléfono al escuchar a una enfermera comunicarle que su esposo, que Tobías…  Estaba muerto.

—¿M-muerto? —Tartamudeo, sus piernas flaquearon que tuvo que tomar asiento en una silla.

Severus sintió un extraño frío recorrerlo. —¿Mamá? —Le insistió, ¿Quién había muerto? ¿Tobías? ¿Su padre? Pero en qué momento.  Joder, si bien recordaba que el muy hijo de puta sufría problemas cardíacos había superado todos sus infartos con éxito.

—Si…yo, voy en camino.

La mujer colgó y sus labios temblaron. Tobías, había muerto. ¡Muerto! Una leve sonrisa se formó en sus labios y lágrimas se juntaron en sus ojos. ¡Era libre! ¡Su hijo y ella ya... ya no sufrirían más! —Gracias, Merlín.

—¿Mamá? —Repitió nuevamente buscando que ella le mirara, y cuando lo hizo pudo leer en su rostro curiosidad y angustia. —¿Le pasó algo a papá?

La pelinegra respiró profundo, Tobías jamás fue un buen padre, y estaba segura  que la muerte de ese patán no afectaría para nada a su hijo, aun así, tenía que ser delicada y cuidadosa al decírselo. —Cariño… yo, necesito que te quedes aquí, ¿Vale? Tengo que ir al hospital...

—¿Papá murió? —Preguntó con curiosidad. Era imposible... imposible que Tobías estuviera muerto ¿No es así —¿Mamá?

Eileen suspiró y acarició su rostro. —Cariño, Dios...  algunas veces obra de formas muy diferentes y hoy, tu papá se ha ido al cielo con él. —Le expresó tratando de ser delicada. —Papá, ya… no está con nosotros.

Severus asintió, tuvo que morderse los labios para aguantar la risa y no carcajearse. ¿Muerto? ¿Muerto? ¡En verdad estaba muerto? ¡¿No estaba bromeando, no es así?

—¿E-en serio, mamá? —Su voz tembló, interpretando impecablemente su papel.

Eileen asintió y se colocó de pie. —Yo... no tienes que preocuparte ¿Sí? Iré al hospital, mientras lo hago tu comerás toda tu cena y luego te irás a dormir ¿Vale?

El pelilargo asintió, tomó asiento en la silla del comedor mientras su madre le servía la comida.

Muerto, muerto.

¡Tobías había muerto!

Sonrió de oreja a oreja cuando su madre beso su frente segundo antes de salir de casa.

El futuro en el pasado I - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora