서른 다섯

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    Estaba sentada entre sus cobijas con un pastel lleno de decoraciones minimalistas sobre su regazo, las velas ya derretidas. Sonreía a su teléfono y soltó unas poquitas lágrimas en esos minutos. Sintió como a pesar de todo, sus seres queridos no la habían olvidado. Y como los nuevos ocupaban el lugar correcto en su nueva vida. No pudo resistir al audio de feliz cumpleaños de su abuelo, ni los larguísimos mensajes de sus amigos. Era feliz, en ese momento lo era, también extrañaba mucho; sin embargo no dejaba de sentirse amada a la distancia por quienes le juraron cuidar de ella sin importar dónde estuviese.
    Se acercó al comedor de la casa, donde todos daban vueltas atareados por hacerle el día color de rosa a la única hija mujer de la familia. Sus hermanos la abrazaron y su papá lo hizo junto a unas cuantas palabras dulces que le hicieron saber que, genuinamente, no necesitaba nada más.
    Volteó hacia la sala, y se mordió el labio de la emoción al ver flores y cajas por doquier.

—Qué dicha que te levantaste—le dijo Lucas—. Me están matando de la curiosidad esas cajas.

—Increíble que tanta gente se tome la molestia de regalarte algo con esa personalidad tan bonita que tienes.

    Gea miró de reojo a Samuel, quien ahora reía junto a Lucas en la mesa.

—¡Ve a abrir ese montón de regalos!—le ordenó su mamá feliz—. La grande color rosa me tiene emocionada.

    Gea sonrió y se acercó a su pila de regalos, con el pulso acelerado y el móvil vibrando incesantemente en su pequeña mano. Su mamá atendía el almuerzo especial para su hija y a ratos se acercaba a la sala para que le enseñara lo que le habían obsequiado.
    Hoseok tenía un gusto increíble, de eso estaba segura con el ramo de flores y los pendientes que le regaló. La adorable caligrafía de Jungkook la hizo sonrojar, al leer su dulce mensaje de felicitaciones junto a la cartera de piel que le dio.

—¿Quién te dio eso?

—Es de HaSup—recitó según la tarjeta color crema.

    Su madre suspiró—. Me encanta ese muchacho.

—Es un amor.

—A ver qué te dio—pegó brinquitos.

    Extendió un collar dorado grueso con un dije en forma de rectángulo, con dragón encerrado en este.

—Conoce bien tus gustos—asintió satisfecha—¿Y Samuel y Lucas? No me digas que ese par de pobres no pudieron comprarte nada.

—Ya vamos—gruñó Lucas bajando las escaleras.

—Te habías tardado en tratarnos de codos.

    Samuel le regaló unos tenis Jordan, Lucas un perfume de Saint Laurent, Salma los miró con los ojos pelados, viendo como cada año los tres se volvían más pretenciosos con los obsequios.

—¿Qué?—le dijeron ambos.

—Se pusieron finos este año.

—Es la influencia de Corea, aquí la gente se produce demasiado—justificó Lucas.

    Gea almorzó en el patio de su casa, más limpio y decorado que de costumbre. Con cantidades exageradas de comida sobre la mesa y los pasteles que le habían regalado sus amigos esperando por su insaciable hambre de algo dulce en otra mesa al costado.
    Siguió recibiendo llamadas y regalos durante todo el día, con una sonrisa sincera en los labios y una tibieza agradable en el pecho.


    El sábado de esa misma semana, un par de día después de su cumpleaños: fue citada por aquellos encantadores siete artistas con los que se había hecho la costumbre de compartir. Caminó hasta el sótano de su edificio, donde solo encontró a Namjoon esperándola recostada a una de esas enormes camionetas.

𝗦[𝗘]𝗢𝗨𝗟𝗘𝗗 | Kim NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora