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   Caminaba arrastrando los pies por la iluminada tienda, con la vista en los delgados botines de tacón que llevaba ese día, también prestando atención a sus delgadas pantorrillas, en ese momento se recordó rasurarse pronto, sabiendo que finalmente no lo haría por perezosa, sube a la tela satinada color lapislázuli que le cae por los muslos, y vuelve a repetirse que debería rasurarse.
   Alza la mirada por última vez a HaeRim, quien miraba con atención una bolsa de piel color ladrillo, llevaba varios minutos detenida en ese punto de la aclamada tienda. Choi BaDa, por otro lado, no sabía lo que era vestir colores, tampoco necesitaba tener todo fríamente calculado a la hora de comprarse algo, a diferencia de HaeRim y en algunas ocasiones, de Gea.

—Hace rato no veía estas cajitas naranja y los listones azules—comenta Gea contenta, recordando una que otra tarde de compras con sus amigas en Latinoamérica, aunque siempre los mejores acompañantes serían su madre o sus hermanos.

   BaDa suelta una risa corta, mientras paseaba al lado de Gea, atenta a cualquier prenda que lograra llamar su atención.

—Esas cajas son terapéuticas, sí.—Suspira HaeRim.

—Siguen sin ganarle a las flechas blancas, igualmente.—Agrega la latina, al mismo tiempo BaDa le mira con aprobación.

—¿Tanto les gustan? Yo prefiero las líneas rojas y verdes.

—¿Acostumbran a salir con alguien de compras?—Les cuestiona Gea.

—Mi papá—suelta de inmediato la pelinegra—ese señor es un fashion icon.

   HaeRim comienza a asentir frenéticamente en dirección a Gea—el papá de BaDa tiene más sentido de la moda que Anna Wintour.

—Mi mamá—habla Gea—es muy elegante, siempre usa seda y colores nude, me enseñó a usar cardigans y pantalones rectos. También me visto como maleante de vez en cuando, pero eso es por Lucas y Samuel que siempre me obligan a comprar tenis o ropa over sized.

—Lucas se ve que tiene estilo—comenta BaDa, a lo que Gea le asiente con una mueca.

—Creo que quien me enseñó a vestirme fue una de mis tías,—comienza a hablar HaeRim—pasaba mucho tiempo con ella cuando tenía unos doce años, ella y mi prima siempre me llevaban a Lucky Chouette, en Jung-gu.

—No vas a poder comprarte esa cartera, HaeRim-ah, vas a hacerle un hueco de tanto verla.—Le comenta la peli negra a su amiga, mirándole desde el otro lado del mueble del que HaeRim no parecía querer despegarse.

   HaeRim la mira con el rabillo del ojo, ignorando el pequeño regaño y continuando con su tarea de estudiar minuciosamente su potencial compra.

—¿Ibas muy seguido de compras en tu país, Gea-ssi?—Cuestiona la castaña clara.

—No realmente, seré millonaria pero no estúpida, no me dejo manejar tan fácil por una estrategia de marketing.—En medio de su pequeño discurso, una cajita de color beige perfecta para guardar perfumes entra en su campo de visión, llamándole personalmente.—Pero oh bueno, ¡hoy es un día precioso para ser capitalistas!—Una vez ha exclamado, empieza a alejarse a paso emocionado, dejando a las dos coreanas atrás.

—Gea es tan pretenciosa.—La pelo negro comenta en un tono de burla, recibiendo una risa de HaeRim ante esto.—¿Cómo es que logró agradarle a aquel idol?

—Es inteligente y culta—responde la más bajita con sinceridad.—El pobre chico, con la vida que lleva, debe estar encantado por lograr tener una conversación medianamente intelectual con alguien en ese condominio, más de una mujer. Los jóvenes artistas de Seúl suelen estar rodeados de gente tan vacía como las letras que algunos de estos son obligados a cantar.

𝗦[𝗘]𝗢𝗨𝗟𝗘𝗗 | Kim NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora