하나

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   La luz escasea en las cercanías del Río Han, los muros se levantan imponentes y casi puede escucharles negarle la salida en una voz llena de sorna, la soledad le ortiga la piel, siente las lágrimas hundirse entre las calles adoquinadas del condominio, mira a su alrededor, muros, portones eléctricos, plantas minuciosamente cortadas y cuidadas, la brisa le abraza con burla, le hace falta el calor de su hogar, extraña la tibieza de las manos de la comodidad y la costumbre, le han arrancado hasta su lengua madre, quiere aullar de desesperación, sin embargo, sus gritos a pesar de no ser entendidos, serían escuchados, podría provocar un alboroto en medio de la madrugada, una vez más, alza la mirada, y vuelve a observar muros.
   Camina con pesar de vuelta a su -hogar-, pero ese era un concepto que se había empezado a replantear nuevamente desde que puso un pie en Corea del Sur con su vida equipada en maletas.
   La noche es espesa y sabe que el día llegará con una sensación igual de desagradable para su sentimiento de perdición, a pesar de esto, una pequeña chispa de apertura sigue dentro de ella, tal vez acomodada en una sien, el abrirse a una nueva cultura, el despegar sus raíces que donde las había dejado a miles de kilómetros y empezar un jardín en su nueva casa en el país asiático.
   Cierra la puerta, ojea la enorme habitación, la enorme cama, el enorme closet, el enorme baño y una vez ha hecho esto con cada parte del cuarto, vuelve a sí misma, voltea los ojos en dirección a su interior, ahí, encuentra una diminuta reserva de lágrimas, que ahora debatía si expulsar, porque tal vez las calles de Hannam merezcan su angustia en estado líquido.
   Llega a las sábanas, la tela exportada le acaricia y le parece casi reconfortante que estas conserven el mismo aroma que tenían hace miles de kilómetros atrás, cierra los ojos y como última acción antes de concluir la noche una pregunta torpe, que llega a hacerle levantar las esquinas de los labios, se pasa por su mente:
   ¿Qué compone las lágrimas, habrá en ellas minerales, alguna vitamina, existirá alguna flor por ahí que haya logrado llegar al mundo a causa del rocío de un humano desgraciado? Una pequeña sonrisa amarga se asoma, se reprocha a sí misma: "Oh, Gea, si tal cosa fuera cierta, Seúl ya no lograría verse entre la maleza por causa tuya".
   Después de esto, cae en un profundo sueño.

   Amanece con viento y luz, pero Gea lo hace con sequía y oscuridad, su mente y cuerpo se han peleado, ahora ambos se encuentran alejados uno del otro, le provocan ganas de quedarse recostada en los edredones con aroma a hogar, pero si no se levantaba ella, lo haría alguna de las nanas.
   Las palmas de las manos se enseñan al techo, suspira cansada y camina perezosamente al baño de la habitación, inspecciona detalladamente su reflejo, no sabe a dónde quieren irse sus opiniones en ese momento, en fracciones, piensa en cuando logre acostumbrarse a su nueva vida en Asia, cuando forme amistades y se acostumbre a comer fideos instantáneos a como el resto de personas en ese país. Puede verse enamorada de algún grupo de Kpop, maquillándose con marcas locales y haciéndose un fleco recto sobre sus cejas después de ver a todas sus compañeras de clase luciéndolos hermosamente. Pero hoy, no encontraba ningún tipo de familiaridad a la qué aferrarse, y eso le ardía a Gea.
   Se lava la cara con simple agua, ella era una joven vanidosa que se consentía a sí misma, se dejaba mimar y con ello venía una extensa gama de productos de cuidado para la piel, pero estos seguían empacados en las cajas a un lado del lavatorio del baño, se mira cuidadosamente una vez más y espera por el día en el que se reencuentre con la vanidad en su nuevo país y vuelva a su carísima rutina de cuidado de cutis.
   Sale aún en pijamas, despeinada y triste a su encuentro con su familia, huele a café, lo que quiere decir que su mamá ya se ha despertado y está a unos 20 minutos de partir a su trabajo.
   Encuentra los rostros de sus dos hermanos, un varón mayor que ella por dos años, Samuel y uno menor por tres, Lucas
   No repara en pensar en papá, porque sabe que llegaría en cuestión de segundos a la cocina a repartir besos de buenos días a sus amadísimos hijos, para así completar la imagen familiar.

𝗦[𝗘]𝗢𝗨𝗟𝗘𝗗 | Kim NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora