스물 셋

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Bajó en sandalias y un vestido bajo la rodilla lleno de bordados de serpientes, atacada instantáneamente por el bullicio de la terraza, se acercó y encontró a los compañeros de clase de Samuel, todos venían llegando, acomodándose entre los sillones, con bolsas de comida y alcohol.
Antes de hacerla irritar, le pareció de lo más amena la imagen, el rostro feliz de Samuel la tranquilizó, aun en Corea del Sur: seguía siendo ese amigo que ponía la casa para las reuniones.

—¡Buenas noches!—vio a su mamá ir a recibirlos con una sonrisa.

Salma Saavedra recibió reverencias y sonrisas nerviosas.

—¡Cédulas afuera, que no quiero demandas!—exigió con una expresión animada—. A ver...—miró las manos de los muchachos, con sus identificaciones.

Lucas miraba la escena desde el sillón de la sala, que estaba cerca de las escaleras, donde Gea se había quedado.
A él sí le estresaba el ruido y que dejaran desordenado al irse.

—Se había tardado Samuel en convertir la casa en un centro social...—murmuró el más pequeño.

—¿Acaso no te hacía falta? A mi me recuerda a la vieja casa.

—Sí, eso sí—admitió—. Estos compañeros me agradan menos que los anteriores.

—Son agradables—repuso.

—Meh—arrugó la naricita— ¿No sales hoy? Te ves toda arreglada, hasta creí que HaeRim te estaría esperando afuera y ya ibas de salida.

—¿Te parece?—agachó la vista a su atuendo.

El menor asintió.

—HaSup me dijo que nos viéramos, para eso de las seis—comentó dudosa—. Estaba ayudando a su mamá a pintar la cocina.

—¿Vas a ir?

—Ahora sí, que me hiciste sentir guapa.

—Qué dependiente.

Gea frució los labios—. Esperaba que entendieras que no cuesta nada darle un poquito de confianza en sí mismas a las demás personas.

—Me la pringan las personas.

—¡Lucas! No puedes...

—Sí, Gea, lo que digas, todos te queremos, no empieces...

—¡Uy, estás igual de insoportable que Samuel a los catorce!

—Obvio, idiota, tengo catorce y soy hombre, ¿cómo quieres que me comporte?

—Cierto que todos comparten la misma neurona—se quejó.

El castaño claro rodó los ojos, poco después su expresión fue reemplazada por una más divertida.

—¿Te acuerdas de Samuel a los catorce? Qué cosa más fea.

—Todo escuálido, no tenía forma de nada.

—Tenía forma de embudo.

Gea soltó una carcajada.

—En serio. Y para peores le daba por ponerse camisas tres tallas más pequeñas y unos pantalones todos estrambóticos.

—Eres una mierda—siguió riéndose la fémina.

—¿Me vas a decir que no era todo un espectáculo verlo existir?

—Sí, esa fue una era oscura para Samuel.

—Ahora está más guapo—opinó—. Evolucionó a Corea del Sur y es todo un hombre del primer mundo.

—Un día de estos me pidió que le ayudara a armarse una rutina para la cara.

𝗦[𝗘]𝗢𝗨𝗟𝗘𝗗 | Kim NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora