서른 여섯

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    En ocasiones, era llevadero, parecía estar bajo control y tratarse solo de una amistad muy especial. Otras: lucían como un matrimonio en crisis, se mostraban adoloridos y desgastados. Sin importar qué, siempre lograban ignorarse a sí mismos: desviaban las miradas, deshacían el agarre de las manos y lo próximo en escucharse era Seokjin intentando aligerar el ambiente,
mientras el resto se miraban entre sí con una mezcla de cólera y pena por ambos. Obviaban los ojos redondos y brillantes de Gea al tornar la vista a Namjoon, que vociferaban todo el amor que no era capaz de confesarle. La boca de Namjoon que recitaba una cantidad patética de palabritas de amor esporádicamente, teniendo decenas de canciones y poemas regados por su vida que la utilizaban como musa.
    Se veían casi a diario, porque el mayor se las ingeniaba para poder hacer tiempo en su apretada agenda y poder verla. Unas horas antes de dormir, una tarde libre, todas se disfrutaban y dolían en partes iguales. Existía el camino de la última palabra y ellos llevaban inmóviles muchos meses. Con el mundo y el tiempo corriendo sin esperar por ellos. Besaban sus mejillas, sus frentes, manos y narices. Nunca sobre el mentón, nunca bajo el arco de cupido, se mantenían lejos de aquel detonante que eran los labios del otro.
    Golpeteó con sus finos nudillos la puerta de madera, sorbiendo su nariz enrojecida y escondiéndose en la sudadera negra. Sus vías respiratorias congestionadas provocaron un desagradable sonido a la espera de ser recibida por alguno de sus vecinos.
    Una piel nívea, un cabello azabache y unos labios rosa.

—Hola, Geah-yah...

—Hola—hizo aparición su voz gangosa.

    La mirada del pelinegro cambió al escucharla y se volvió a una de inquietud.

—¿Estás enferma?

    Gea lo sintió alejarse.

—Infección de garganta—asintió—. No habría venido si pudiese contagiarlos de algo—admitió con timidez—. ¿Me harías el favor de devolverle esto a Jungkook de mi parte?—extendió un enorme abrigo impermeable.

    Yoongi aceptó la prenda entre sus manos y pareció estar considerando algo unos segundos, en los que huyó de mirarla a los ojos.

—¿No te has tomado nada para eso?

—Solo pastillas para aliviar el dolor.

    Pareció sopesar sus palabras unos segundos, mirando vagamente el marco de la puerta de brazos cruzados.

—Puedo hacerte medicina—ofreció.

—¿Medicina?

—Ajá, entra—ordenó haciéndole espacio para entrar al apartamento.

    Le fue cosa de un par de pasos, saber que estaban solos en el dormitorio. O quizás los demás estuviesen arriba durmiendo.

—¿Y los demás?

—La mitad trabajando, los otros están dormidos—le dijo acercándose a la cocina.

    Yoongi se remangó el suéter y Gea se encargó de conversarle para olvidar lo mucho que le avergonzaba toda esa situación. Reprimió una risa al sentirse como Jungkook con sus hyungs por allá del 2014.
    Recuesta el pecho al respaldar del sofá, apoyando la barbilla en el mismo, sin dejarse perder la imagen de Min Yoongi dando vueltas por la cocina, mientras lo hace conversa tranquilamente con ella.  No hay nadie más presente en la habitación y ni parecen necesitar de esto para compartir un momento agradable.

—Dicen "separar al artista de su arte", pero en realidad no sabemos en qué cree ese artista y de todas formas consumimos su producto. 

—Todo mundo es un imbécil hasta cierto punto, no importa a qué se dedique—opina él.

𝗦[𝗘]𝗢𝗨𝗟𝗘𝗗 | Kim NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora