Capítulo cuarenta y cinco: La verdad y un secuestro (Capítulos finales)

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POV CALLE:

Creo que no sé qué hacer.

O mejor dicho, no sé si lo que quiero hacer sea lo que "debo" hacer.

No sé si alguien alguna vez haya experimentado esa sensación de querer hacer algo y saber que ese "algo" es lo correcto, sin embargo, ocurren otros "algo" que parecieran hacernos creer que ese impulso de mente y corazón está equivocado.

A ver, me explico mejor:

María José es la única que puede hacer que mi vida tenga un norte y un sentido lógico, sí, ya me sé el discurso ambiguo y rebuscado de la dependencia emocional y del "amor propio". Pero en mi defensa diré, que si yo no sintiera un mínimo de amor propio, no buscaría a María José. Y puede que me esté equivocado al entender la conceptualización de "amor propio", por eso digo que es ambiguo, pero no me importa.

El punto es que, por más que yo quiera, y que mi mente y mi corazón por fin parecen estar sintonizados, ambos diciéndome al unísono, en un susurro cerca a mi oído que sí, que me arriesgue, que lo intente, que esta vez sí va a funcionar. Del otro lado, está ella, haciéndome sentir que nada de esto valdrá la pena, que para ella esto ya no significa tanto como para mí. Romeo Santos interpretando "Enséñame a olvidar" lo dijo mejor que yo: "Dios me ha concedido el por lo menos verte, quizás porque rogué una vez más tenerte, pero hoy me he dado cuenta que no vale tu presencia si ya a mí tú no me amas".

De verdad, sigo guardando la esperanza de que en algún momento se decida a decirme que sí, igual que más da, no tengo nada que perder. Tal vez de eso está hecho este hechizo del amor; de una triste, vacía, dura y vaga esperanza.

Esta mañana la dejé en su casa luego de que me dijera algo que aún me retumba en los oídos y es lo único que me hacer querer "tirar la toalla", coger mis maletas y largarme de aquí. Renunciar a ella y ponerle punto final a este capítulo de la historia.

A este triste e incompleto capítulo de la historia.

"Ya el amor no me alcanza para tanto", fueron sus palabras. Y yo me pregunto ¿cómo sabe uno hasta dónde le alcanza el amor? O es la simple necesidad que tiene el mismo corazón de protegerse de eso que en alguna ocasión le hizo daño, y en una actitud cobarde disfraza su miedo en una falta de valor.

Yo preferiría decir "tengo miedo a enamorarme nuevamente de ti" a "no tengo el valor de amarte", por cuanto creo, el valor de amar debe existir, más cuando este mundo está tan plagado de desidia, odio y dolor. Soy fiel creyente del poder que tiene el amor de curar, de sanar, no tanto al otro como a uno mismo. Y cuando uno ama a otra persona, ese amor, no es más, que la suma de todo el amor uno dice sentirse, exacto, sentir por sí mismo. Por eso digo que quererla conmigo es mi manera de demostrar que lo mío no es una falta de amor propio, sino por el contrario. Porque la amo, me amo.

Pero está bien, ella no lo ve así. Ni lo ve, ni lo siente así. Es como si por primera vez, todo estuviera en sintonía menos ella y yo. Y eso es contradictorio.

Llegué a mi casa queriendo pensar si debía o no renunciar a ella y a esto que siento, decirle a mi corazón que no, que deje de ser tan necio, que por más que yo quiera darle la razón, no, esta vez, parece no tenerla. Que a él no lo aman tanto como él sí.

María José estuvo toda la tarde llamándome insistentemente, no le conteste quería un tiempo para mí, para decidir, cuando creí haber tomado una decisión, cedí ante sus llamadas y quedamos en que vendría a mi casa atraerme aquel paquete que por situaciones "inexplicables" de la vida terminó en su apartamento.

Supe que había llegado porque mi hermana entró a mi habitación emocionada, cuál niña chiquita cuando llega Navidad a su hogar un 25 de diciembre a sacarme de mi cama, para que la fuese a atender, claramente no salí de mi cama, le dije a mi hermana que por favor le dijera a ella que subiera, no quería ni siquiera imaginarme esa escena de ella y yo, con mi papá, mi mamá y mi hermana de espectadores en la sala.

Sigue siendo vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora