Capítulo cuarenta y seis: Amor y perdón. (capítulos finales)

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POV POCHÉ

Estaba hecha un manojo de nervios, iba dentro de una camioneta con Daniela agarrada de la mano, ambas con nuestros rostros cubiertos sintiendo la respiración agitada de quien conducía a una velocidad incalculable.

Tenía mucho miedo de morir esa noche, para ser sincera, no sabría si saldríamos vivas de esto y cada segundo que pasaba sentía como si fuese una cuenta regresiva para llegar a ese final al que todos los seres humanos estamos destinados. Final que no sabríamos si sería solo el inicio de lo desconocido.

Se me ocurrió una manera de comunicarme con Daniela sin usar nuestras voces, al principio no entendía la mecánica, luego, la comprendió a la perfección.

Le escribía sobre la palma de su mano, con mis dedos, la silueta de las letras que conformaban la frase que le quería decir, y ella me respondía igual y si por alguna razón no entendíamos, nos apretábamos la mano fuerte dos veces.

Lo primero que le dije en nuestro nuevo idioma fue "PERDÓN".

Le pedí perdón por ensimismarme y no comprender su posición.

Por no pensar en ella, aún cuando ella solo pensaba en mí.

Por decirle que no la amaba de la misma manera que ella a mí, aun sabiendo que doy mi vida por ella y por nuestro amor. Sobre todo, por nuestro amor.

Le pedí perdón por no ser sincera con ella, pero además, por no serlo conmigo.

Y le pedí perdón;

Por no creerle.

Luego, le escribí "TE AMO"

Y aunque no se lo pude decir a viva voz, quería que sintiera que la amo, que su vida le da fuerza a la mía y mi vida Sigue Siendo Vida solo, si es con ella.

Después ella, escribió "YO TE AMO MÁS"

Y yo le entendí, y supe entonces, que no había amor más fuerte que el que ella me profesaba. Y juro que por primera vez en muchos años volví a sentir ese amor puro y real.

Me abracé a ella mientras oraba, le pedía a Dios que ayudara a salir bien de todo esto, que no sabía cuáles eran sus planes pero que este no podía ser nuestro final.

Ella también se abrazaba a mí, y era un abrazo distinto. Un abrazo con sabor a nostalgia, a melancolía. Era un abrazo de resignación.

Quizás, ella estaba sintiendo lo mismo que yo. Ante la ambigüedad del destino con quien nunca se sabe cuándo sí y cuándo no, podrían ser estos nuestros últimos minutos.

De repente, la camioneta se detuvo. No sé exactamente dónde estábamos, pero al bajarnos sentí un frío que me calaba el alma. Seguía agarrada a Calle con la fiel convicción de no querer soltarme nunca. No solo por ahora, sino por siempre.

Hasta que las frías manos de Sebastián nos obligaron a separarnos mientras él conducía nuestros pasos.

-Lo que tanto ansiaban ver. -Dijo. -La persona que tanto daño les ha hecho.

Al terminar su frase, nos quitó la capucha que traíamos encima. Ante nosotras, se encontraba Sofía en muy malas condiciones atada a una silla. Parecía estar dormida. Y digo "dormida" por temor a decir otra cosa.

-Eres un animal. -Dijo Daniela casi en un susurro dirigiéndose a Sebastián.

Yo no pude evitar correr hasta donde estaba Sofía, tomé su rostro con mis manos y la tocaba insistentemente para que reaccionara pero todo parecía ser en vano. Tenía mucho miedo y una amalgama extraña de rabia, desilusión y dolor se apoderó de mí.

Sigue siendo vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora