Capítulo veintinueve: De vuelta a casa

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POV CALLE.

Había llegado el día más anhelado de los últimos tiempos, por fin me iría a casa con mi papá, mi mamá y mi hermana. Mi papá estaba buscando mi boleta de salida mientras mi mamá y mi hermana me ayudaban a alistarme, creo que estos días que Juliana ha estado aquí ha compartido más con mi mamá que el resto de su vida y eso me agrada, y aunque sé que ambas tienen mucho por decirse, agradezco que en estos días no hayan tenido ni siquiera una sola discusión. Ellas deben entender que el tiempo ha pasado, que ya nada es igual y que de nada sirve seguir alimentando heridas del pasado; solo de ellas depende continuar formando un hogar en paz y armonía.

-Ya tengo la orden de salida. –Dijo mi papá cuando llegó a la habitación. -¿Ya tienen todo listo?

-Sí. –Respondió mi hermana. –Estamos esperando al doctor para que nos de las indicaciones para cuidar a esta pequeña mounstrico desde la casa. –Completó en tono jocoso dirigiéndose a mí.

Y como si mi hermana lo hubiese invocado, el doctor apareció.

-¿Ya está lista mi paciente favorita? –Dijo cuando nos vio.

Asentí en medio de una sonrisa amable mientras me amarraba el cabello en una cola de caballo alta.

-Bueno, ahora el proceso de recuperación continúa en casa. –Dijo. –No puedes consumir salsas de ninguna clase, ni comidas muy saladas, eviten cocinar con condimentos o con sabores artificiales. –Hizo una pausa y nos miró. –Para Daniela, la comida entre más natural sea, mucho mejor.

-No se preocupe por eso, doctor. –Dijo mi mamá.

-Los medicamentos a las mismas horas, y reposo, mucho reposo. –Enfatizó. –Es importante que no dejes de comer porque los medicamentos que le estamos suministrando a tu organismo son muy fuertes y no queremos una recaída.

En ese momento pensé en que no dejaría de comer, una recaída era lo que menos necesitaba (ni quería) en este momento.

-Aquí están todas las indicaciones escritas que deben seguir. –Continuó diciendo y le entregó un par de hojas a mi papá. –Y eso es todo. –Dijo con una sonrisa amable.- Ah, en esas hojas, está mi número telefónico, si ocurre algo me pueden llamar a cualquier hora.

Se acercó a mí y me rodeó con sus brazos, me abrazó fuerte y lo sentí de una manera especial.

-Espero que te recuperes pronto. –Dijo en voz baja pero asegurándose de que lo pudiera escuchar.

Nos acompañó hasta el ascensor del piso y se despidió de nosotros, no sin antes recordarnos mi cita de control dentro de diez días.

Papá tenía su camioneta parqueada en el sótano del hospital, y se me hizo extraño ver que no traía escoltas, ni chofer.

-¿Y tus escoltas, Pa? –Pregunté al no ver a nadie.

-Tienen el día libre. –Respondió sin importancia.

Juliana y yo nos miramos extrañadas porque de un tiempo para acá, por cuestiones de seguridad, mi papá jamás sale sin sus escoltas. Lo de su chofer no me sorprendía porque solo salía con él cuando debía hacer diligencias empresariales, pero... ¿sin escoltas? Eso es raro. Muy raro.

Nos subimos a la camioneta como en los viejos tiempos: Papá en el lugar del conductor, mamá de copiloto y Juli y yo, detrás. Para muchos esto puede parecer insignificante, pero para mí, lo era todo. Es que ni siquiera recuerdo la última vez que estuvimos en un carro de esta manera, veníamos refiriendo anécdotas de nuestra infancia y papá hacía muchos chistes con respecto a situaciones graciosas que nos involucraban a Juliana y a mí. Mencionó una en particular que no sabía y que usaría hasta el final de mis días para burlarme de Juliana.

Sigue siendo vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora