Capítulo treinta y ocho: Una oportunidad.

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POV POCHÉ:

Me quedé esa noche pensando en lo último que había dicho Sofía: "Mi herida más grande siempre has sido tú" y aunque reconozco que todo me parecía sumamente extraño y empezaba a creer que yo podía estar siendo víctima de un plan perfectamente pensando, me atormentaba el hecho de pensar, tan siquiera un momento, en la posibilidad de que ese tal plan solo existiese en mi mente, que fuese un muro de contención creado por mí para evitar ver la realidad. Ya saben, como dicen por ahí: No hay peor ciego que el que no quiere ver. No podía con la culpa de haber dejado ir a Sofía así, me dolía, y me dolía en el alma profundamente no amarla como ella quisiera que yo la amara.

Me decidí a ir por ella, a hablar, a decirle que aquí estoy, que estoy aunque no como ella quisiera que estuviese, pero que me diera tiempo y seguro eso que tanto anhela ella en algún momento llegaría.

Quise avisarle a papá que saldría un momento pero no fue posible porque ya se había dormido y no quise despertarlo. Entonces salí, Bogotá estaba más fría que nunca y lamenté no haber salido más abrigada. Estando en el auto, pensé: ¿A dónde habría podido ir Sofía?

A su apartamento era imposible luego de todo lo que le había pasado con su novia, intenté pensar en un sitio a donde ella le gustaría ir pero nada llegaba a mi mente hasta que se me ocurrió un lugar. Sí, seguro estaba ahí.

Encendí el auto y lo puse en marcha, el trayecto fue tranquilo. Había poco tráfico, supongo que por la hora la única que andaba por las calles frías de Bogotá era yo. Cuando llegué al sitio sentí un alivio inmenso cuando vi el auto de Sofía estacionado en el parqueadero. ¡Bingo! Se trataba de la azotea de las antiguas instalaciones de la academia de baile, la academia donde nos conocimos y donde inició nuestra historia.

Subí rápidamente por las escaleras porque el ascensor estaba en mantenimiento. Este lugar nos gustaba mucho a ambas porque desde aquí se veía Bogotá mucho más pequeña y era como si este pedazo de la ciudad nuestros miedos, nuestras preocupaciones y nuestros problemas se volvieran igual de pequeños.

Ahí estaba ella, mirando fijamente hacia no sé dónde y, seguramente, con un caos mental inigualable.

-Veo que sigues regresando al mismo lugar cuando no encuentras escapatoria. –Dije en voz baja acercándome a ella por la espalda.

Volteó a verme sorprendida y secó rápidamente algunas lágrimas que recorrían sus mejillas.

-¿Cómo supiste que estaba aquí?-Preguntó con la voz entrecortada.

-No fue difícil imaginarlo. –Dije. -¿A qué otro lugar hubieses podido ir? ¿O caso a lo largo de todos estos años has descubierto un nuevo lugar favorito?

Lo que dije la hizo sonreír forzadamente y supe entonces que había hecho lo correcto al venir.

-Hace mucho frío aquí, ¿no? –Continué. –Ven conmigo.

La tomé del brazo y me siguió sin poner resistencia. La llevé al auto y una vez ahí comenzamos hablar.

-No me gustó cómo te fuiste del apartamento. –Dije mirándola a los ojos.

-Supuse que no querías que estuviera ahí. –Respondió. –Y está bien, tampoco debía ir a buscarte.

-No, no es eso, Sofi. –Dije. –No es no me haya gustado que fueras a buscarme, es solo que siento que a veces vas demasiado rápido con respecto a mí.

-¿Demasiado rápido con respeto a ti? –Mencionó dudosa. –Define "demasiado rápido"

-O sea, me refiero al hecho de que, como te lo dije en el apartamento antes de irte, debes sanar por dentro y por fuera. –Respondí. –Incluso esas heridas que dices que yo te causé.

Sigue siendo vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora