Capítulo cuarenta: Amor de regreso

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POV POCHÉ

Algunas semanas después....

Estaba en la cocina del apartamento preparando algo de desayuno para las dos, esto últimos días han sido algo extraños, en especial, ayer, tanto para ella como para mí. Ambas sabemos lo que está a punto de suceder pero aun así ninguna se atreve a tocar el tema, y por más que he intentado tomar la iniciativa y hacerlo, ella no hace más que evitarme.

FlashBack...

Ya me había dado cuenta de que llevaba un par de días espiándome desde su auto a las afueras del edificio y no le había dicho nada a nadie. Aunque había un par de cosas que no me cuadraban como que mi hermana siguiera diciéndome todas las noches cuando hablábamos por celular que ella, Daniela, mi ex, y ahora, mi espía, seguía dándole clases de actuación en L. A.

Entonces no sabía qué creer, no sabía si era ella o era producto de mi imaginación, y tal vez todo era un juego sucio de mi mente porque desde que volví a saber de ella, no he dejado de pensarla. Y no sé qué me pasa, pero creo verla en cada esquina que recorro y me duele, me duele por mí, por Daniela y por ella... por Sofía.

Fue todo cuestión de minutos, o de segundo tal vez, ya realmente ni siquiera lo sé.

Salí del edificio y me dirigí hasta el auto desde el cual había visto aquella sombra de mujer que conozco perfectamente porque la he recorrido centímetro a centímetro.

Sabía que ella me estaba viendo , sabía que se había dado cuenta que me estaba acercando a ella, y yo también lo sabía y tal vez ese siempre ha sido el lenguaje del amor. No sé si nuestro amor alguna vez haya tenido lenguaje pero por primera vez en tantos años había descubierto una nueva manera de sentirla y de hacerme sentir.

Toqué el vidrio del auto con miedo de que quizás no fuese ella y todo esto haya sido un leve bucle de alguna idea que esperase estuviese pasando. Pero no, era real, muy real.

Bajó el vidrio y nos miramos fijamente un par de segundos, no dije nada y ella tampoco lo hizo, sólo hizo un leve gesto con su mirada que me indicaba me subiera al auto, entonces di la vuelta y entre al puesto del copiloto.

No nos decíamos nada, ambas éramos incapaces de emitir una sola palabra y como cual dos personas enamoradas, llenas de nervios cómo quién está en una primera cita, solo nos limitábamos a mirarnos fijamente como si nuestras miradas hablaran y en efecto, eso hacían.

Hasta que por fin se rompió el silencio incómodo de aquel auto gris oscuro en una tarde gris de Bogotá, inicio ella, yo seguía sin decir nada.

-Hola, ¿cómo estás?

En serio, ¿eso era lo que iba a preguntarme?

-Bien, ¿Y tú? -Dije luego de un rato.

-Bien también, aunque puede que no parezca. -Respondió.

-¿Qué te ha traído por aquí? -Pregunté yo esta vez.

Noté que quiso decir algo pero se arrepintió.

-Emm. -Suspiró. -No lo sé, tú, quizás.

-¿Quizás?

-¿Te parece si nos olvidamos de tantas formalidades y de una vez empezamos a hablar de lo que a ti y a mí nos interesa?- Increpó.

-¿De qué formalidades hablas? -Pregunté.

-De estas, ya hemos pasado por esto antes. -Dijo.

-Tal vez parece ser éste nuestro destino. -Dije segura.

-Lo dudo, y si éste es , estoy dispuesta a cambiarlo.-Respondió ella aún más segura.

Sigue siendo vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora