Capítulo veintiséis: Decisiones

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POV POCHÉ.

Terminé con Daniela.

Terminé con Daniela y tengo muchas cosas que decir, cosas que jamás pensé, ni siquiera, imaginar. Empezaré por decir que estoy tranquila, pensé que hoy al despertar iba a sentir un hueco enorme en mi interior y unas ganas insaciables de ir por ella, de decirle que me arrepentía y que estaba dispuesta a continuar con nuestra relación a pesar de su traición.

Pero no, desperté porque mi hermana no dejaba de pasear toda la habitación buscando no sé qué cosa.

-Buenos días, dormilona. –Dijo al verme.

Sonreí y respondí medio dormida aún.

-¿Para dónde vas? –Pregunté.

-A desayunar con Nicolás. –Dijo. -¿Quieres venir?

Me negué, amaba su amabilidad pero eso era tiempo en pareja que debían aprovechar.

-Nico viene por mí. –Dijo luego de un rato. –Te dejo las llaves del auto por si lo necesitas.

-Creo que iré a la academia. –Dije.- Necesito hablar con Manuel. ¿Tú no tienes clase de baile hoy?

-Por la tarde. –Respondió.

Compartimos un par de palabras más hasta que llegó Nicolás por ella, no subió así que no tuve que salir a saludarlo.

Salí de la cama y, como era de esperarse, papá ya se había ido, al parecer no sabía que Valentina saldría a desayunar con su novio porque nos dejó desayuno a ambas. Pensé muchas cosas durante mi desayuno solitario, sin darme cuenta mi vida estaba tomando un giro inesperado y necesitaba tener el control de la situación; yo no lo quería ver de esa manera, pero aunque me negara era obvio: De la decisión que había tomado y de las que pretendía tomar de ahora en adelante dependía sí o sí mi futuro. Lo mejor es que me siento libre para decidir porque no estoy decidiendo pensando en la felicidad de nadie más que en la mía, y supongo que eso es bueno.

Terminé desayunar, arreglé la cocina y fui a bañarme. Era inevitable no acordarme de Daniela, pero se me hacía muy curioso la manera en la que la recordaba, su recuerdo no me dolía y es extraño considerando que pasé tres años de mi vida esperándola, tres años en los que sí sufrí por su ausencia y sí me dolía su recuerdo. Ahora simplemente no, ni siquiera encuentro palabras para describir lo que estoy sintiendo, es decir, la amo y estoy segura que jamás la dejaré de amar pero me amo más a mí y es precisamente este amor propio el que no me permite ser egoísta conmigo y aunque mi corazón quiera estar con ella, sencillamente ya yo no puedo. A veces lo que quieres, no es siempre lo que necesitas.

Debía ir a la academia a hablar con Manuel, por fortuna, Vale me había dejado su carro lo cual suponía que hoy no debía preocuparme por transporte. Hoy el día estaba soleado, más soleado que de costumbre y no hacía tanto frío, lo único malo era el tráfico y bueno, creo que eso ya es característico de esta ciudad.

Estando en el parqueadero de la academia decidí llamar a Manuel para saber si estaba en su oficina, pensé en que esta llamada debí haberla hecho antes de venir pero ya qué, ya estaba aquí.

Llamada saliente

Manuel Rodríguez (academia)

­-Mi querida, hola. –Dijo abriendo la llamada.

-Manu, ¿qué tal? ¿Estás en tu oficina? –Pregunté.

-Sí. ¿Por qué?

-Estoy aquí. –Dije. – ¿Me puedes atender?

-Estoy atendiendo a alguien pero puedes pasar. –Dijo.

Asentí y colgué la llamada. Entre a la academia y tal parece que hoy no había ningún tipo de actividad en la mañana porque los salones estaban vacíos y no había nadie en los pasillos. Cuando llegué a la oficina de Manuel, pensé en esperar que saliera la persona que él estaba atendiendo, pero no sabía si en el trascurso de mi recorrido del parqueadero hasta acá se había ido, entonces, me atreví a tocar la puerta.

Sigue siendo vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora