Capítulo treinta y siete: Mi dramática manera de amar.

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POV CALLE

6:30 de la mañana otra vez, me sentía frustrada de no haber podido dormir nada bien durante toda la noche, empezando porque me acosté muy tarde preparando las clases de hoy y, terminando con que no podía cerrar los ojos porque me veía atrapada en un bucle sin salida en donde se repetía una y otra vez esa escena de María José en el hospital, la enfermera diciéndome su nombre en cámara lenta y el estado en el que había quedado luego de ese trágico accidente. Sí, sí, ya sé que esa escena es producto de un mal sueño, pero es que no he podido sacarla de mi mente, por más que trato de explicarme que no es real, que no pasó, que María José está bien; me carcome la idea de que si le llega a pasar algo yo no voy a estar con ella. Me frustra, me duele y me entristece el solo pensarlo.

Salí de la cama, cansada y con unas ganas terribles de no salir a ningún lado, quería pedir algo de comer y quedarme bajo las cobijas todo el día haciendo maratón de Netflix, pensé incluso en llamar al teatro y mentir diciendo que había amanecido muy mal de salud y que no podría ir a dar clases hoy, pero eso no estaría bien. Hay una Daniela Calle que debe hacerse responsable de sus actividades. Entonces, contra todo pronóstico, me arreglé, desayuné un poco de cereal y frutas y cuando estuve lista, me dirigí al Teatro a dar las clases.

Seguramente tuve que haber hecho algo muy malo en mi otra vida como para llevar en medio del tráfico un poco más de una hora y sentir que lo único que avanzaba era el minutero del reloj. Definitivamente mis días no pueden ser normales.

Llegué al teatro, al fin, y para colmo de males, estaba confundida de horario, anoche me acosté muy tarde preparando unas clases que dentro del horario no las debo dictar hoy. ¿Cómo me debo llamar ahora? ¿Daniela mala suerte Calle?

Ni modo, tocaba improvisar.

-Buenos días. –Dije entrando al salón y dejando mis pertenencias en el pupitre del docente. -¿cómo amanecen?

Mis estudiantes me quedaron viendo extraño, como si hubiese algo mal en mí. Bueno, en mi todo está mal, a ver me explico un poco mejor: Mis estudiantes me quedaron viendo extraño como si en mi apariencia física hubiese algo extraño. No sabía qué. Me reparé de pies a cabezas y no vi nada diferente, fue entonces cuando comprendí que no me estaban mirando a mí, sino a la pizarra que estaba detrás de mí. Lo raro no era la pizarra, sino lo que decía.

"La Srta. Calle es la profesora más guapa y tengo la dicha de que me de clases. No me gusta la actuación pero Daniela Calle, sí"

Así, sin más. Nadie firmaba.

-Interesante. –Dije luego de leer el peculiar mensaje. – ¿Quién lo escribió?-Pregunté.

Se miraban las caras los unos a los otros cuales cómplices pero sabía que ninguno se atrevería a decir quien lo había hecho.

-No lo pregunto por malo. –Dije. –De hecho, nada en esa frase está mal, o bueno, sí. –Repuse.-El hecho de que no le guste la actuación y solo esté aquí por mí.

Hice una pausa y los miré.

-Pero del resto, nada malo. –Dije. – que soy la profesora más guapa, okey, no sé si la más guapa, pero guapa sí. –Completé en medio de una sonrisa mientras borraba lo que decía en la pizarra.

No tenía ni idea de cómo iba a iniciar la clase y ese mensaje pareció ser una luz al final del túnel. ¡Bingo, eso era!

-Bien, voy a iniciar la clase de hoy un poco diferente y debo agradecerle a quien sea que haya escrito ese mensaje. –Dije. –Y que me perdone si le molesta que desarrolle la mayor parte de la clase con ese comentario, pero debo utilizarlo para explicarles algo fundamental en la actuación dramática.

Sigue siendo vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora