Capítulo veinticinco: Despedida

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POV CALLE.

Tres días después de la última vez que vi a Poché. Me habían trasladado de clínica y, al parecer, mi cuerpo estaba asimilando muy bien el tratamiento, cosa que agradecía porque suponía que más pronto que tarde estaría de nuevo en casa.

Mamá me ha estado preguntando mucho por María José y yo no sé cuántas veces más tengo que decirle que no me puedo comunicar con ella porque mi teléfono estaba completamente destruido y ni siquiera servía para ver la hora. Mi papá venía por las noches a visitarme, se iba muy tarde casi siempre y durante nuestras charlas nocturnas no mencionaba nada relacionado con Poché, aunque sé que sí lo ha hablado con mi mamá porque me he dado cuenta de eso.

Con respecto a Poché no sé cómo sentirme, la he pensado mucho estos días y el miedo me carcome cada vez que empiezo a asumir que su distancia se debe a que lo nuestro terminó... o está por terminar. En todo caso, sea lo que sea que Poché decida no la voy a juzgar, no la voy a reprochar, incluso, no le voy a insistir. Estar encerrada en estas cuatro paredes me ha hecho reflexionar en lo efímeros que son los buenos momentos, y en que por más avanzada que esté la tecnología, el ser humano no puede, ni podrá nunca congelar esos momentos en el plano de lo real y revivirlos una y otra vez. Ahora pienso en que si pudiera congelar los buenos momentos por los que he pasado, los congelaría todos a su lado:

María José y yo en un salón de baile.

María José y yo en un restaurante durante nuestro primer desayuno.

María José y yo en una habitación de hotel en Cartagena.

María José y yo teniendo nuestra primera vez en una habitación de hotel en Cartagena.

María José y yo en las playas de Cartagena.

María José y yo en su finca a las afueras de Bogotá.

María José y yo desnudas en mí habitación en Bogotá.

María José y yo en un restaurante de Bogotá.

María José y yo en Los Ángeles.

María José y yo viviendo juntas en un apartamento en Los Ángeles.

María José y yo en su oficina en la academia de baile de Los Ángeles.

María José y yo en las playas de Malibú, California.

María José y yo en una cabaña con vista a las playas de Malibú, California.

María José y yo en nuestra casa en Los Ángeles.

María José y yo desnudas en nuestra casa en Los Ángeles.

María José y yo.

Sin duda congelaría todos mis momentos con ella, y es que cuando alguien se convierte en tu primera vez de algo siempre se quedará algo de esa persona contigo. Llevo tres días pensando en ella y me gobierna un sinsabor que me conduce a pensar que algo está por ocurrir, siento que en cualquier momento va a entrar por esa puerta y va a decir que no me ama, que no quiere estar conmigo, que me olvidó. Y ya no sé qué hacer con esto, lo peor, es que no puedo juzgar a Poché por no estar aquí porque yo en su caso hubiese hecho exactamente lo mismo.

Mi mamá llevaba como media ahora hablando con mi papá por celular, entraba y salía de la habitación y nada que su llamada terminaba. Mi enfermera entró a ponerme mi dosis del medicamento de la mañana, ya nos habíamos hecho amigas y cuando me aplicaba el medicamento me hablaba de su pequeño hijo Johan, en verdad, no sabía si eran verídicas las historias que ella me contaba o si solo se las inventaba para hacer menos doloroso la aplicación de mi medicamento y tal vez ella no lo sabe pero, con o sin sus historias seguía doliendo.

Sigue siendo vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora