Prólogo.

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Si me pidieran una visión completa y sincera, te podría decir que las vi a diario con intenciones de "abortar la misión". Estamos hablando de una mujer que acostumbra a acumular ceros tras ceros después del digito en cuentas de banco y estamos hablando de una mujer que hace lo posible por surgir cada día, independiente la manera. Te hablo de una mujer con 40 años, divorciada, madre y clasista. Y a la vez, estamos hablando de una mujer menor a los 25 años, odio a los niños, complaciente con su soltería, arraigada a sus decisiones y autonomía.

Estamos hablando de una británica cuadrada y de una latina sin riendas.

Pero no me atrevo a hablar del amor que sintieron y siguen sintiendo. Al parecer la selectividad económica y social no pertenecía al corazón, y el odio por los niños se convirtió en mutua admiración. A la vista de cualquiera no eran más que tensión sexual, y la tienen, me agarro a la osadía de decir que son de aquellas que nunca dejan de sentirla y vivirla. Pero así como prefiero no poner en mi boca algunas cosas, decido comentar que siempre hay alguien lleno de secretos, y esos secretos están llenos de mentiras y las mentiras, están llenas de dolor. Y el dolor, en dos personas completamente opuestas, arrastra lejanía. Derrumbe. Incertidumbre. Tienta al destino. Altera todo transcurso, desafía la calma, proclama al desasosiego.

Como Adele lo dijo: "Hablamos de una millonaria y de una pordiosera que barre, para ganarse un mísero sueldo."

Pero como dijo Colomba, con el sarcasmo presente de cualquier latino y siempre la caracterizó: "La pordiosera terminó barriéndola con la lengua entre las piernas"

Al final, entre ceros y escobas, se hizo millonaria el alma mientras barría el amor.

Soy escritora, la mejor amiga de Adele. El pañuelo de groserías en más de una ocasión de Colomba y no me canso de estudiarlas para poder entenderlas.
Así que, bienvenidos.

Laura Dockrill.

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