Capítulo veintiséis pt.2

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Adele;
El tinnitus, lo sentía y se apoderó de mi cabeza y oídos poniéndome en alerta. Me puse de pie rápido ignorando el leve mareo y lo escuché sollozar mientras yo bajaba las escaleras como alma que lleva el diablo. Tomé las llaves de mi auto, encendí el motor y comencé a retroceder pidiéndole las indicaciones. Saint Thomas, en Londres. Manejé, de la misma manera en la que bajé esos peldaños y en 20 minutos estaba ahí buscando al hombre entre toda la gente y la multitud me comenzó a agobiar, no estaba acostumbrada a este tipo de servicio.

— Adele — me giré al escucharlo, choqué con su cuerpo y puse mis antebrazos para no estrellarme, pero me detuvo por los codos sosteniéndome con fuerza, me empujó hacia su cuerpo y me abrazó. No sé qué estaba haciendo, pero me quedé quieta cuando sentí el calor de un cuerpo en medio de la asfixia y desazón.

— ¿Qué sucedió?

— Se desmayó en el so... Hueles a cigarro y... — se acercó aún más a mí con cara de asco oliendo cerca de mi boca, retrocedí por inercia — Vino, ¿estuviste bebiendo?

— No te incumbe.

— Si me incumbe, porque es mi hijo también. ¿Viniste así hasta acá?

— Por lo menos vine.

Era lo mínimo, era su mamá. Justificaba mis palabras en los tres sentidos en lo que me encontraba. Me zafé de su agarré, me hice hacia atrás empujándolo y me crucé de brazos avanzando hacia la tablilla principal, no volvería a insistirle que me dijera qué había sucedido. 

Llevaba cerca de una hora dando vueltas en la sala de espera, esperando, valga la redundancia, a que alguien me diera noticias de algo, pero hasta el momento no sabíamos nada más aparte del paso a paso que le estaban haciendo, paso a paso que se resumía en exámenes que debimos haberle hecho desde un comienzo cuando Colomba nos advirtió, así nos habríamos ahorrado todo esto. Toda esta culpa. Todo este miedo.

Había llegado Abby o Abigail hace unos minutos y le sostenía la mano a Simon, se contenían uno al otro mientras yo contenía mi rabia porque Angelo tiene que haber presentado síntomas de que algo sucedía y él como padre a cargo tendría que haberse dado cuenta. Mi celular resonó desde el bolsillo de mi abrigo y miré la hora, pero los número se me movieron y se me hizo imposible focalizar, así mismo las letras que me indicaban quién estaba llamando, solo contesté.

¿Adele?

— Sí.

¿Por qué te fuiste?¿Estás bien?

— Ah, sí, Pía. Solo tuve un problema con Angelo.

Mentira, me había ido mucho antes del problema con Angelo.

¿Él está bien? Hace unos días me llamó el papá porque Angelo lloraba de dolor y pedía ver a Azul, estuvieron jugando unos minutos, pero no pude subir a verlo, él no me lo permitió. Azul dijo que estaba en cama, ¿Qué le sucede? — no sabía responderle, porque no estaba en conocimiento de lo que me decía y a raíz de eso, entendí a lo que se refería Colomba aquel día — ¿Me escuchas?

— Sí.

¿Segura que estás bien? — su voz era cortante y preferí callar, no diría que no.

— Sí, Pía.

¿Dónde estás?

— Saint Thomas.

Avísame cualquier cosa.

— Gracias.

Colgué y guardé el teléfono mirando a Simon, quien rápidamente recibió mi mirada y se puso de pie para caminar hasta donde estaba yo. Lo saqué de ahí recibiendo el aire de la calle que me hizo arrugar el entrecejo. Me giré y lo miré guardando mis manos en los bolsillos.

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