Respiro 3.

394 34 21
                                    

Mantenía mi atención fija en el libro quieto entre mis rodillas, mis piernas flexionadas sobre lo que me quedaba libre de silla y el viento que entraba haciéndole honor a la aparición de la tarde. Mantenía mi atención fija en el libro, pero mi cabeza estaba levemente inclinada hacia el cuerpo de Adele adelante, que no me quitaba los ojos de encima y cada vez que pestañeaba, podía ver cómo su boca se inclinaba en una sonrisa que atrapaba antes de ser formulada.

— ¿Necesitas algo?

Dejé el cigarro quieto entre mis dientes y alcé la mirada aprovechando el impulso del encendedor, aspiré profundo reteniendo el humo y lo solté así como ella me mantenía la mirada.

— En absoluto.

Volví a inclinar la cabeza y continué con la lectura concentrada en lo que leía, pero atenta al movimiento a mi alrededor.

— ¿Puedo?

— Adelante.

Llevó la taza de té a sus labios y el vapor le cubrió el rostro, sonrió para apartarlo, pero eso solo hizo que el viento lo expulsara con más fuerza. Sonreí y asegurándome de que me escuchara solo ella y no el resto del café, modulé:

— ¿Cuántas personas hay, que creen conocernos pero solo pueden ver la realidad de sus ojos? Ven la punta del cabello, esa que nos cortamos tantas veces cuando no está sano porque sabemos que
después crece más fuerte. Ven la marca de nuestros zapatos, pero no tienen idea de los pasos que dimos con ellos. Ven el color de nuestro saco, pero no saben a cuantas almas hemos abrazado ni el calor que supimos dar. ¿Cuántas personas hay, tan cercanas, incluso amadas, que nunca han podido conocernos realmente? Y nada tiene ver con el amor, el amor puede estar, pero la mirada es plenamente superficial y sus ojos puestos a la altura de un horizonte que no es el nuestro — moví el cigarro hacía el cenicero justo cuando la ceniza caía y me lo quitó de las manos apagándolo, sonreí y continué — ¿Cuántas veces no nos sentimos comprendidos, hasta que entendimos que para eso, primero tenemos que comprender nosotros quienes somos, y con los pies bien firmes seguir caminando según nuestro corazón? ¿Cuántas veces nos sentimos solos, acompañados? ¿Cuántas veces vimos al otro con nuestro propio tamiz, sin conocer su historia, sus más grandes tristezas, sus sueños más anhelados? A veces creo en la utopía de la transparencia, en el dialogo que escucha y en la mirada respetuosa de quienes intercambian su alma sabiendo que del otro lado también hay otra alma con su propia vivencia. Entender con el corazón que cada cual hizo lo que pudo con su vida, lo que le salió, según su proceso y sus elecciones. Mucha gente que cree conocernos, ve el mate cebado en la mesa pero no sabe todos los mates lavados que nos tomamos en soledad con lágrimas en los ojos. Ven la sonrisa, pero no saben cuánto nos costó y los infiernos que batallamos en el camino. Todos somos merecedores de una buena vida, de ser respetados por nuestro camino, de que el amor de nuestras personas amadas sea más compasivo y sincero, sin reglas ni juicios. Que ese dedo que muchas veces soberbiamente señaló a otro, en realidad señala todo lo que no podemos resolver de nosotros mismos. ¿Cuántas personas ven solo lo superficial, pero no el reflejo que les devuelve el espejo? Todavía creo que hay cosas que se pueden quebrar para dejar salir otras. Todavía creo que es necesario abrir ciertas llagas para que después puedan cicatrizar. Todavia creo en el poder de desenterrar secretos o dolores enquistados de muchas generaciones. Liberar el alma y así, invitar a hacerlo a los demás.
Me pregunto cuántas personas estando cerca, desearían contar su historia y recibir un abrazo. Desearían poder hablar de eso que no hablaron nunca pero les hace ruido en el alma. Todavía creo que el diálogo es construcción y sanación, que deberiamos ser siempre un oído que escucha de verdad, y no para responder, que
deberíamos ser unos brazos que siempre puedan abrazar aunque no entiendan, unos ojos que siempre puedan ver el alma del otro, hasta donde nos deje entrar. El tiempo vuela, la vida es corta, hacemos lo mejor que nos sale preservando la alegria de todo mal.
El tiempo vuela, y lo que no se dice en este paso por la tierra, no se puede decir nunca más. No se trata de conocer a otros, sino de reconocerlos. Siempre estamos a tiempo, mientras estamos vivos.

I found A girlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora