Capítulo dos.

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Adele;
Entré a la habitación y resoplé, venía cansada, dejé lo que llevaba sobre la cama y tomé mi celular; habían varios correos sin abrir y comencé por el que más me urgía, dentro de unas horas llegaba Laura a la ciudad y no tendría tiempo para trabajar, mañana tenía juicio temprano y necesitaba tener todo listo. Saqué mi computador, quité mis zapatos de mis talones y me senté a teclear y revisar documentos. Podría simplemente dormir porque el caso lo tenía ganado y asegurado, pero el perfeccionismo y exigirme el doble era parte de mi personalidad. Hice algunas llamadas y no fui consciente del cambio de hora, hasta que llegó Laura tocando la puerta desenfrenada, pude haberme alarmado, pero el gesto formaba parte de su naturaleza. Lo estruendoso le teñía las venas de rosado. Le abrí y saltó a abrazarme comiéndome la cara a besos, sonreí y terminó de entrar soltando las cosas sin importar el desorden, reí para no molestarme y me senté en mi posición anterior así como ella se dejó caer en la cama. Las manos se me movieron involuntariamente a mis mejillas limpiando donde hace unos segundos había soltado saliva y labial. No era asco, era disgusto. Y no era solo con ella. El gesto nacía después de cualquiera que se atreviera a rozarme sin mi consentimiento.

— Me atendió una recepcionista bastante simpática para este tipo de lujos.

— Hay gente y gente, como en todos lados, Laura.

— ¿Ya tuviste tu disputa con el personal, Adkins?

— ¿Cómo estuvo el viaje? — cambié de tema doblándome de piernas. Convenía evadir, antes que recordar.

— Agotador, no soy fan de los aviones y menos de los viajes largos. ¿Cómo llevas el caso?

— Bien, repasaba lo último. ¿Largo? El trayecto es de...

— ¿Crees conseguir la adopción? — me calló, me acomodé y respondí sin dudar. Laura no era fanática de mi sarcasmo que le bajaba el perfil a sus incomodidades.

— Los padres biológicos de Azul...

— ¿Así se llama? — sonreí y asentí. Era la coincidencia de unos ojos azules de ocho años, valga la redundancia.

— Ambos son drogadictos, nunca estaban en casa y al estar, llegaban al hospital porque se drogaban de tal manera, que perdían la noción. Él la golpeaba y cuando se la llevaron, tenía el cuerpo con marcas de cigarros. Pía y Carlos tienen una vida económica estable y fuera de químicos o drogas, psicológica y emocionalmente son aptos, se ganaron el corazón de la niña y se adoran. Eso facilita montones y anula la duda del juez, solo espero verlos juntos y felices, se harán mucho bien y los tres sanarán heridas. Y, te estoy entregando mucha información confidencial.

Rió porque siempre me pasaba, me daba cuenta de lo dicho, una vez... dicho. La escuché hablar por cerca de una hora y media y tomó la iniciativa de bajar a comer, dudé pero accedí.

— ¿Qué te trajo hasta este hotel? De todos los de la ciudad, escogiste el que está en el extremo.

— El lujo, es cinco estrellas.

— Claro, pregunta absurda para ti.

Me reí despacio entrando al casino, me acomodé en un asiento cerca de la ventana y Laura se acercó al bufete. Aseguró traerme algo comestible acorde al paladar. La tarde ya caía, la ciudad se iluminaba y cerré los ojos trayendo recuerdos, los abrí rápido porque no me gustaba la nostalgia y desvié la mirada de la ventana. Mis ojos fueron a dar hacia la barra de recepción y en la muchacha que me había atendido horas antes, le sonreía a una señora de delantal blanco y extrañamente, le miraba a la cara, me concentré en observarlas y elevé una ceja curiosa cuando la mujer de delantal comenzó a hacer señas con sus manos; era lenguaje de señas, era muda. Cuando vi que la tal Colomba respondió de la misma manera, entendí que la mujer también era sorda, una sonrisa se me formó en el rostro y desvié rápido la atención cuando sentí que alguna de las dos se giraría. Llegó Laura y sus ojos hicieron mi recorrido anterior, rodeé mi pupila dejándola blanca y miré lo que traía en su mano, una manzana.

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