Capítulo dieciocho.

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Adele;
Cuando me giré, Colomba no estaba y miré hacia afuera en un gesto involuntario, su moto tampoco se encontraba y no me sorprendía darme cuenta de que me hubiese gustado que no haya sido así. Sobretodo ahora, que tenía el calor centrado en las piernas. Tomé mis cosas, apagué las luces y dejando todo tal cual estaba, me subí a mi auto manejando, llegué a casa con frío, pero acostumbrada a ello lo dejé pasar. Entré a mi habitación para dejar mis cosas, fui hasta la sala con Angelo y me senté a jugar con él, dijo que Simon había estado hoy aquí y le había preguntado si le gustaría pasar más tiempo con él y que en casa había una amiga, una amiga que lo quería mucho y esperaba que se llevaran muy bien.

Una amiga. ¿Era de verdad esto? ¿Formaba parte de un protocolo esto de involucrar a las personas con una connotación romántica en forma de amistad, frente a los hijos? ¿Era para no abrumarlos? ¿Consideración? No tenía la menor idea.

Le sonreí y continuamos con el juego, hasta que bostezó y subió camino a su cama. No había visto a mi mamá, por lo que me encaminé a buscarla por el largo de la casa, la encontré sentada en la terraza del segundo piso, tenía una copa en su mano y un libro quieto sobre sus piernas. Me senté a su lado mirando hacia adelante, todo estaba oscuro y las luces parpadeantes de Tottenham le hacían juicio a la temperatura.

— ¿Cómo te fue hoy?

— Normal, como siempre.

— Era de suponer, desde que existe Angelo que tu vida no tiene emoción, como si hubieses dejado de vivir.

Guardé silencio, era un comentario que venía escuchando hace ocho años, por lo que ya no me afectaba.

— ¿Piensas volver a casarte?

— No, no está en mis planes.

— ¿Pretendes quedarte soltera lo que te queda de vida?

— No lo sé, mamá. No ando pensando en comprometerme con alguien.

— Pues deberías. ¿Viste a esa pareja que estaba en el restaurant? — sabía a lo que se refería, estiré mi pecho respirando hondo — Él parecía bien puesto, buenos modales, buen porte, parece adinerado y es buen mozo. Si te lo pusieras en plan, podrías perfectamente llamar su atención, ya te notó cuando se acercó a la mesa a saludar. La muchacha que iba con él es más joven, tiene la piel reluciente y humectada, los rasgos son brutos con el cabello castaño, pero los ojos con la luz del sol le cambian de color. El físico es competencia para ti, pero el status siempre es más fuerte. Podrías intentarlo. Si es inteligente, pondrá tu estabilidad económica por sobre el atractivo carnal de la otra niña.

— No son pareja — respondí cortante y ella me miró, y una mierda, esta veterana tenía la manía de sonsacarme información sin yo darme cuenta. Sentí la necesidad de aclarar y tenía su atención.

— ¿Cómo sabes eso?

— Supongo, hablaban como personas lejanas.

— Quizá se estén conociendo. Aún así.

Me quedé pensando en la última parte, ¿se están conociendo? ¿Había una posibilidad? Yo no salía a comer con... Yo no tenía jefe. Era era ese un detalle contundente.

Guardé silencio, prefería omitir comentario. La sentí ponerse de pie, se dio la media vuelta y caminó lento hacia adentro, alcé mis piernas y las afirmé en la mesa de centro, miré hacia arriba y suspiré.

— Llévatela, llévatela, llévatela.

Tomé mi celular y tecleé.

"¿Estás en tu casa?"

El mensaje entró, pero no era abierto. Caminé hasta mi habitación, me quité la ropa y sumergí mi cuerpo en la tina que ya estaba preparada, dejé mi celular cerca en el caso de necesitarlo, y cerré los ojos frente al agua caliente. Me incorporé rápido alcanzando el aparato cuando sonó y me volví a sumergir con una media sonrisa en el rostro. Era ella.

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