Capítulo treinta + 4

1.1K 52 410
                                    

Colomba;
Despertar sin dolor de cabeza o de cuerpo para mí últimamente era un reto, y lo primero que sentí hoy al parpadear, fue la presión en el frontis de la frente y sobre los párpados, por lo que salir del aturdimiento e incorporarme estaba siendo un suplicio. Me afirmé con una de mis manos en el colchón y dejé que mi cuerpo soltara el peso hacia un lado dejándome caer hacia abajo. Rasqué mi cuello y me giré para buscar mi celular, pero solo di con el cuerpo desnudo de Adele bajo las sábanas. Caminé hacia los pies de la cama y me incliné aguantando la respiración hasta recoger toda mi ropa, me vestí y caminé hacia la puerta para irme, pero me detuve en lo que giraba la manilla para darme la vuelta y buscar con la mirada un trozo de papel y un lapiz, pero no había nada aparte de una carpeta negra y un rotulador que decía ser permanente, así que a eso me acerqué y antes de escribir, la mente se me puso en blanco desviándome la mirada hasta donde la melena rubia brillaba por el sol que empezaba a asomar.

La gente es más bonita cuando se lee.

Me he dado cuenta de eso últimamente. Las palabras escritas tienen un poder adicional, es como sentir el verdadero valor del sentimiento impuesto a las oraciones formuladas.

Nadie habla en forma de metáfora sin sonar loco. Las palabras dichas son crudas. Los escritos son un mar abierto para las interpretaciones. Una historia contada tiene un solo camino. Una historia que se lee es espaciosa, ramificada, infinita.

Ayer, hablando con alguien me di cuenta de que nos limitamos cuando no cerramos los ojos, es como si el dolor dicho en voz alta sonara patético. Por eso hay tantos escritores deprimidos que no pueden prolongar un diálogo: tienen miedo.

Así es como me siento, me di cuenta.
Me siento totalmente elocuente cuando necesito hablar de mí misma, es como si la gente creyera todo lo que digo, aún estando estampada en mis ojos mi desesperación y ganas de llorar. No tengo la audacia de hablar tan desesperadamente como escribo.
No diluyo mis líneas en dramas e hipérboles. Solo hablo, hablo, hablo hasta que parezco una idiota y decido quedarme callada.

Por eso escribo.
Porque viajo, me eternizo,
me reconozco, me conozco,
me olvido y, cuando me doy cuenta,
ya no soy yo.
Soy un poco de todos
los que se atreven a leerme.

Sacudí la cabeza porque era muy temprano para atraparme.

"I'm fine. When you wake up u can call me or go to my g'ma you know that she has no problem receiving you."

Y me fui.

En Chile el verano se despedía para darle pasada a un rápido otoño que no conocía de primaveras y los días en la mañana eran de sumo frío y la tarde de suma calor. La ropa con la que llegué ayer donde Adele no tenía concordancia con los grados que habían a esta hora. Caminé rápido hacia el otro lado de la calle y entré en casa para ir rápido a mi habitación, abrí el primer cajón de mi velador y saqué mi pastillero, agarré las primeras del día y me fui al baño para tomármelas sin respiro en el medio, comenzaba a aparecer el sentimiento y malestar en el pecho. En medio de un arranque de calor me quité la ropa y me metí a la ducha dando el agua caliente, cayó sobre mis hombros y me quejé estirando la espalda y el cuello al retener en mente el mismo poema que repetía cuando la cabeza no me iba en línea recta y entraba en un laberinto.

Cada concha incrustada
en la gruta donde nos sentamos,
tiene su particularidad.
Una tiene la púrpura de nuestras almas,
hurtada a la sangre de nuestros corazones,
cuando yo ardo y tú te inflamas;
esa otra simula tus languideces
y tu palidez cuando, cansada,
me reprochas mis ojos burlones;
esa de ahí, imita la gracia
de tu oreja, y aquella otra
tu rosada nuca, corta y gruesa;
pero una, entre todas, es la que me turba.

I found A girlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora