Capítulo veintitres.

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Adele:
— Puedo asegurar con firmeza que estoy pasando una de las peores semanas de mi vida, la primera sigue siendo el día que me dijeron que estaba embarazada.

— No es normalmente escucharte hablar de derrota.

— No lo hago.

— Pero te quejas, y es comprensible.

— No sé qué estoy haciendo ni qué es lo que haré, Laura.

— Yo tampoco, estás atrapada — alentador — ¿Quieres algo en particular?

— A Angelo, bajo cualquier cosa. Pero también a Colomba.

— ¿Le has preguntado si ella te quiere a ti? Digo, así sabes si es conveniente luchar.

Me puse de pie y la dejé sola en la cocina porque no quería escucharla. Siempre hacía lo mismo.

— Entiendo, me callo. ¿Quieres salir? Podemos ir a algún café.

— No saldré a ningún lado así, ¿me ves la cara? Con suerte se me ven los ojos, tengo el rostro desfigurada tanto llorar y la boca parece que me reventará.

— Nada que no se pueda arreglar, vamos, sube.

Me llevó a la rastra hacia el segundo piso, me metió a la ducha con el agua helada, al salir me tenía sobre el tocador una botella con agua y dos eyes patch. Me mandó a vestir, con lentitud lo hice porque el cuerpo me pesaba y abrochándome el pantalón me detuve frente al espejo a preguntarme qué estaba haciendo. Yo no quería salir.

— Laura, no quiero salir de casa.

— Termina de vestirte.

Dos horas con los parches sobre los párpados, parches que lograron que mis ojos se deshincharan y volvieran a estar normales, milagrosamente. Me maquillé, con énfasis en las ojeras moradas que tenía y en mi piel enrojecida, mientras Laura me secaba el cabello y lo ondulaba, una vez lista me puso el abrigo sobre los hombros, acomodó mi reloj en mi muñeca, aros en las orejas, la cartera en un antebrazo y sonrió, pero rápido dejó de hacerlo con pena.

— Tu mamá se seguirá moviendo si ve que todo esto que ella ocasiona te tiene afectada, así que saldrás de esta casa con la mejor cara posible. Puedes con esto y con más. Aunque sea difícil, disimula.

Asentí, porque últimamente a cualquier cosa que me dijeran, así reaccionaba. Salimos de ahí y me hizo manejar para mantenerme ocupada sin espacio a la depresión, me estacioné afuera de una cafetería italiana que frecuentábamos por lo tranquila que era, Laura me guió hasta una mesa y me senté acomodando mis lentes de sol.

— Puedo ver a Colomba desde aquí.

— Nos vamos entonces — me incorporé.

— Por supuesto que no.

Se acomodó cruzando sus brazos y sonriendo, eso me alimentaba a no quitarme los anteojos. Así que me quedé quieta de piernas cruzadas y el rostro serio. Pedí una copa de vino a pesar de la mirada reprochadora de Laura, pero la ignoré escuchándola hablar; hasta que por la puerta principal entró sonriente la mejor amiga de mi mamá que supo reconocerme y me hizo un pequeño movimiento de cabeza. Pero así como se movía, no dejaba de mirarme y al sentarse al lado de una mujer de cabeza blanca, ambas se giraron a escanearme mientras hablaban en susurros. Evidentemente ya sabía lo que sucedía y eso me hizo enderezar la espalda, me tocaba aparentar, aún más.

Escuché a Laura hablar por minutos seguidos, agradecía y apreciaba su intento por distraerme, pero no le estaba funcionando. Divagaba, en cada palabra pensaba en Angelo viviendo con Simon, él con la custodia completa, Colomba en la cárcel o yo anulada como abogada en el país.

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