Capítulo doce.

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Adele;
Me quedé quieta afirmada en el mueble de la cocina, escuchaba desde mi puesto a los hermanos discutir en la sala, Arthur, que nunca en mi vida lo había visto, resultó ser alto, ancho de hombros y espalda, vestía de traje, era seda y las mangas junto con el cuello tenían detalles en lino bordeados con lana, vestía de colores oscuros, camisa, sin corbata y zapatos a junto. Aún no sabía en qué trabajaba pero la seda con lino y lana no es la opción más económica en vestimenta masculina. Su posición y el reloj que tenía en su muñeca dejaba en evidencia el que económicamente estaba por sobre incluso de Pía. Lo miré sin ninguna simpatía cuando vi a Colomba correr hacia él y estamparse en sus brazos, no lo iba a negar. A pesar de que se mostró amable y respetuoso, sus ojos me miraban con otra intención y no era de mi total agrado. Cuando apareció la menor, a sabiendas de que eran hermanos, el estómago me incomodó y me removí antes de que mi cara dejara en evidencia mis celos injustificados. Debía irme, aunque tendría que haberlo pensado antes, pero no era de desaparecer sin hacer ver que ya no estaba.  Por lo que esperaba el momento y suponía que ya llegaba, pese a los gritos. Conté hasta diez en la espera de que el revoloteo infinito cesara, pero era engañarme a mi misma; Colomba salió rápido del cuarto de su papá, corrió al suyo y a los minutos estaba caminando por el pasillo vestida de negro, el casco en la mano y las llaves en la otra, decidí avanzar atrás de ella más lento y Pía se dio cuenta de su presencia cuando ella abría la puerta.

— ¿Para dónde vas?

— Vivo con mis papás, no contigo y no te daré explicaciones — desvió la mirada hacia Marta, pero rápido dejó de mirarla —. Me llamó de quien te hablé, y voy de salida. En breve estoy acá, no es lejos.

La mamá se acercó a ella y la tomó por las mejillas, Colomba no tenía intenciones de mirarla a la cara y lo hizo únicamente porque la mujer al frente se lo pidió, pero lo hizo con rabia, decepción y dolor. Supe darme cuenta de lo que sentía, porque así mismo miraba yo a gran parte de mi familia.

— No te preocupes por mí, ando con mis llaves. Papá no se siente bien.

— Y te asombras cuando digo que a Colomba no ayuda en nada.

Miré a Pía tratando de entenderla, ella no era así. Nunca aludí que le podía hablar a su hermana de esa manera, hace unos días manifestaba la profunda preocupación, era injustificado y ahora soltaba cosas que la estaban lastimando.

— Tú en esta casa actuando como cabeza tampoco eres de ayuda, tienes tu propia familia, Pía. Procura darle la vida que le prometiste a esa niña, el inicio es irte a casa y no volver más. Aquí nadie tiene necesidad por tu presencia. Todos sobramos en algún lugar, comienza por darte cuenta de eso.

Pía se acercó con fuerza y enojo, tuve el impulso de avanzar juntamente con el hermano cuando nos dimos cuenta de lo que haría, contuve la respiración y la mamá se horrorizó acercándose a la mayor, pero esta tenía más fuerza y la esquivó.

— ¡No vuelvas a hablarme así!

Colomba movió sus llaves en una mano sonriendo con burla.

— ¿Me vas a pegar, Pía?

Se quedó quieta, mientras que la menor se rió sin hacer sonido y con la boca cerrada, se acercó mirándola a los ojos y se puso seria de un momento a otro consiguiendo lo que quería, la intimidó.

— Ten cuidado, hija perfecta.

Colomba sabía defenderse, y se me formó una sonrisa leve en los labios frente a la idea de que independiente al daño que le causaran, no se quedaba callada. Pero saqué la mueca cuando salió de ahí y tomé mi cartera dispuesta a irme también, me despedí solo de palabra y cerré la puerta quedando afuera, Colomba se subía a su moto y acomodaba su casco, caminé con cuidado porque ya era de noche y no había una luz encendida, me miró, pero rápido dio vuelta la mirada y encendió el motor, aceleró unos centímetros y prendió las luces que iban atrás, estiró el cuerpo acomodándose en los mangos dejando los pies atrás y desapareció a gran velocidad. Me subí a mi auto tranquila, pero terminé siguiéndola igual que la primera vez, se movía rápido, por lo que yo tuve que aumentar mi velocidad también, el camino era el mismo de la vez anterior, hacia el galpón negro, pasó lo mismo, un hombre la recibió, pero esta vez había más cercanía, se saludaron con una sonrisa y desapareció, a los minutos salió acompañada de un hombre que la empujó por el brazo y entrecerré mis ojos. Ella se rió, pasó su mano por una pierna y el tipo la esquivó de la calle porque cruzaban sin mirar y venía un camión, ella quedó bajo su cuerpo y él la cubría abrazándola, la soltó despacio y hablando algo que por lógica no alcanzaba a escuchar, cada uno subió a su locomoción.

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