I found A girl

Capítulo treinta + 3

Adele;
Nunca pensé que 4 paredes me agobiarían tanto y me harían sentir tan sola, como lo estaban haciendo hasta este momento las paredes grises de este hotel. Me sentía una criminal, evitaba que Colomba me viera siendo consciente de que ya sabía de mi estadía. Esto no era Londres, no podías esconderte confiando en que nadie te encontraría entre los edificios de algún lugar o las calles de cualquier urbanización.

Recuerdo a Marta decirme hace unos días, cuando le hice saber que me escabullía como rata, el: destápate, Adele. De todo lo que crees que eres y envuélvete en sentimientos que transmitan lo que realmente buscas para que eso mismo, llegue más rápido a ti. No sirve vestirnos con miles de capas, de ideas y palabras si no sientes la libertad de ser tú mismo. Pero pasa, tratamos de ser otros, ponemos mucha energía en algo que no somos. Y así es más difícil sentirnos satisfechos con lo que llega. Pasamos más tiempo llenando los vacíos que van quedando porque lo que llegó no fue hecho para ti, para empezar. Ese es el hermoso riesgo que trae mostrarte tal cual eres, que cuando algo llega a tu vida, llega hecho a tu medida.

Y llevaba pensando tiempo, tanto, tanto, que el estar encerrada adentro de ese hotel, me comenzaba a oler a lo mismo, a un "destápate, Adele" y era frustrante, porque destaparme era volver a descubrirme y yo no quería caminar descalza.

Tomé las llaves y con lo puesto y una cajetilla de cigarros, salí de ahí para cruzar la calle y sentir la arena ensuciarme los pies. La brisa del mar rápido me humedeció la ropa y la cara; a unos metros más allá estaba la casa de la que ella entraba y salía varias veces al día. Y no es que la siguiera, solo... Éramos vecinas.

"Estás muy presente ahora que entiendo tu ausencia".
Frase que recuerdo de un libro que Laura me obligó a leer y sabía que no la hubiese podido recordar en otro momento, salvo este, que me hacía recordarla como si fuera de lo que quería, estuviera ahí.

— Smoking is bad, and you know it.

Me giré rápidamente al escuchar la voz a mi costado, retuve el aire y di con la cara relajada de Colomba. Creía que estas cosas pasaban solo en las películas, pero sentí estar soñando y le di la espalda tirando el cigarro al suelo, miré al frente y pestañeé, porque los ojos me empezaban a arder.

— Eso es de mala educación.

Me volví a girar y vi su cabello suelto, mechones finos azotaban su cara por el viento, la brisa que le chocaba en los párpados la hacía entrecerrar los ojos y los últimos rayos de sol que iluminaban la ciudad, le hacían sonreír leve, tanto, que parecía sonreírme a mí. Disfrutaba lo que acontecía frente a nosotras. Solo que ella parecía estar muy relajada y a mí el nervio y la vergüenza de haber sido recién encarada en su país, obviando que era por ella, me consumió.

— Por tu cara no veo que hayas esperado que te encontrara. — tomó aire y recogió el cigarro que estaba en el suelo para tirarlo en el basurero al costado —. No es como que fuera imposible, si me perseguías. Antes de saber el qué, quiero saber cómo llegaste acá, Adele.

— Tu voz... — no fui capaz de callarme.

— ¿Qué tiene mi voz?

— Hace meses que solo te escucho en mi mente.

Temí que frente a mi silencio, se fuera y eso era lo último que quería, no había cruzado medio mundo para irme con lo que llegué, nada.

— ¿Qué tan difícil ha sido encontrarme, inglesa?

Retrocedió a una banca que había ignorado hasta ahora, que ella afirmó la taza que tenía en las manos que también había ignorado. La verdad era que solo retuve su presencia, los detalles eran eso, detalles. Me miró y sus ojos me invitaron a sentarme junto a ella. Parpadeé más de una vez tratando de averiguar qué tan real era tenerla frente a frente y no escondida entre la multitud.