Capitulo treinta + 2 (TRES EMOCIONES)

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Colomba;

Decepción es una emoción
que me lleva a lo irreparable.
Tengo todas las piezas
de lo que se ha roto
pero ya no encajan.
No puedo poner el oro,
no puedo hacer algo hermoso
rellenando grietas
de trozos que no coinciden.
Como si al caer,
el plato se hubiera transformado
en jarrón
y ya no pudiera ver la forma.
Como si al caer,
la memoria no dejara de jugar
con todas las conjugaciones
del verbo ser:
fuiste, ya no eres,
¿alguna vez fuimos?
éramos, porque mientras creía éramos,
pero no eras,
o no todo el rato.
No tú.
Tú no.
Certeza rota con tendencia
a no haber existido.
Eso eres.
Eso somos.

Son las 13:47pm.
Esa hora marcaba el reloj en el velador.
Las 13:47pm.

Y las nubes y el cielo gris tras las ventanas de la habitación volvían las 13:47pm en un jueves de invierno con pinta de ser las 19:45, hora justa en la que el sol comenzaba a descender y la luna dejaba de jugar a la ruleta rusa quedándose en lo alto. En la casa no había ruido, no habían luces encendidas, no había olor a comida, no había gente y no era por gusto. Mi abuela no se había sentido bien de salud y una de mis tías decidió llevársela para poder cuidar de ella bien, dentro de ese cambio no pensé sentirme tan sola y que esa misma soledad me hiciera sentir tan mal, tan mal que parecía todo retroceder a cero y no querer cruzar la línea de partida para volver a empezar y eso, era devastador. Sobretodo para quienes creíamos que después de casi un año del caos, habíamos entrado al lapso de paz.

Y parecía que yo llevaba un camino de cadenas y cada un metro, había una persona sujetando su vida y al tropezar yo, caíamos todos. Y quizá mañana sepa darme cuenta de que eso no es así, que no debería de cargar con la responsabilidad de nadie, pero hoy, hoy veía todo con la misma falta de razón. Mi abuelo tampoco había podido pararse de la cama en días y de la noche a la mañana la indigestión pasó a ser presión en el pecho y dificultad para respirar, así que no podía recibir visitas. Mi mamá llevaba llamándome meses seguidos y ninguna de sus llamadas tenía respuesta, y las preguntas que no me podía hacer ella a mí, se las encargaba a mis tías y cada vez que las veía, buscaban la manera de que respondiera al cómo estaba, si estaba comiendo bien, si me sentía extraña, si quería volverme a Londres, si estaba cansada y un sinfín de puntos, a los que mentalmente respondía a todos con sí y solo a uno con un no.

Algo nuevo que había empezado hace unas semanas, fue una capacitación que estaba haciendo gratis un instituto humanista en la ciudad, no era nada que ver con lo que yo había estudiado o similar, al contrario, era de literatura e interpretación y estaba fuera mi zona de confort, pero la manera de conectar con la gente sentada en esas sillas tomando apuntes, era increíble. Era como una terapia sin psicólogo ni alguien centrado en tu salud mental.

Hoy tenía clases, y nos habían dejado como "tarea" el desamor.
Desamor... Como si el amor pudiera deshacerse con el dolor. Como si lo que duele no fuera un camino hacia delante.

Desde que estoy en Chile, tengo los pies en la tierra, el corazón en el mar y la cabeza siempre en la luna. Y mi llegada acá no hizo que dejara de escribirle a Adele, y anoche lo había hecho, el papel descansaba arrugado al costado de la cama; me giré para quedar en posición hacia la ventana y tomé la hoja con brusquedad.

"Hace unos días estaba tan drogada que podía ver tu rostro donde quiera que fuera.
¿Me estaba volviendo loca?

No.
También recuerdo no haberle dicho a mi mamá lo que me dijiste esa última vez que me viste la cara: "El amor no es para débiles" Fue lo que me murmuraste antes de irte.
Y serías la última persona a la que quisiera amar.

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