Capítulo veintisiete.

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Colomba;
Hay una parte de la infancia que tuvimos con mis hermanos que quizás es desconocida para muchos y no porque no la hayamos contado, sino porque no es compartida. La mayoría de las veces lo frecuente/rutinario es lo normal. Pero hubo un patrón en Arthur, Pía y yo que se repitió. Si alguien nos pregunta, no tenemos un mayor conocimiento en cuentos ingenuos, el típico cuento infantil como el de la oveja, el lobo, los cerditos, las princesas. La imaginación que mi mamá principalmente inculcó en nosotros desde que comenzamos a entender de qué hablaban, era espiritual, se resumía a eso, cada cuento antes de dormir, cada historia para el miedo.

No sé cómo lo hacía Pía con Azul, pero era razón por la que yo no iba a la cama con ella por gusto, porque te sobornaba el dormir con un cuento, cuento que te tocaba mayoritariamente inventar. Y ahí parecía escasearme imaginación.

Recuerdo cada una de las historias y mitos que mamá nos contó y papá fue complementando con el paso de los años. Para Arthur el que mayor significado tenía, es la mariposa en la representación de los celtas como el cambio en una persona. Para Pía el Yggdrasil o árbol de la vida vinculado con la sabiduría vikinga, que significa la interconexión del mundo con el exterior, la tierra y el cielo; en casa de ella había uno de plata gigante, era parte de la decoración de la sala principal y lo primero que se veía al entrar. Cada una de las joyas de Pía tiene el símbolo como dije. El mío, era el Awen, la armonía entre lo opuesto. Mamá siempre me asemejó con la Cruz; balance, fe, sabiduría y esperanza. Papá con el Trisquel; equilibrio entre mente, cuerpo y alma.

Recuerdo una noche es especifico en Puerto Montt, en Chile. Es muy húmedo y aún en verano la brisa de la madrugada corre con agua. Pía tuvo pesadillas aún de grande y esa noche de amanecida comenzó a llorar y gritar. Mamá la hizo dormir a los minutos después de hablar de la cultura maya, quienes sus símbolos principalmente tomaban la tierra y naturaleza. Ella ese día los unió y le dijo en susurros que el cielo es puro fuego. Que el poder de una estructura interna cae. Se hace ceniza, muere y se transforma.

Mamá para mí era el Espiral, que simboliza vida eterna y el Trébol, que para la cultura irlandesa es magia, fe, esperanza y amor. Papá era el Cauac o la tormenta, que es un sello sagrado de la autogeneración, transformación y catalizador.

"El poder de una estructura interna cae. Se hace ceniza, muere y se transforma"

Las temperaturas en Pucón habían disminuido casi en su totalidad. Sentía que en este ámbito podía generalizar; no daban ánimos de salir de la casa y quienes lo hacían, era por único tema laboral. La ventana de la habitación de mi abuela daba hacia el otro lado de la ciudad. Ese lado donde los autos hacían tacos, las bocinas resonaban en cada semáforo, parecía Londres. Solo que en vez del estilo tudor, Pucón era rústico y moderno. Las señalizaciones en el pavimento dejaba pasar a mujeres en tacones, hombres en traje y adolescentes con el celular en la mano, ajenos a lo que ocurría. Estaba gran parte del día sentada en el borde de la ventana viendo hacia afuera y el mismo árbol de las veces anteriores, el de las ramas secas y gruesas que sostenía una bandada de pájaros que cantaban, soltaba un polvo parecido al aserrín indicando que el tronco estaba seco y la raíz muerta. El recorrido se detenía en el suelo junto a la tierra que se cubría de un café pálido. Podía adivinar que pronto caería, pero generaba un sonido escalofriante, parecía llevar agua dentro y al sacudirse, los pájaros se dicipaban entre las nubes. Con miedo.

Pero había una rama en específico que goteaba savia y ese mismo ciclo alimentaba la fotosintesis de cuatro hojas que pendían de una pequeña mata. Florecía, mientras que simultaneamente se movía con aflixión y agonia; las hojas secas tiradas al costado se mecían sobre la tierra arrumandose sobre la casa de quien fue el perro de mis abuelos alguna vez. Daban vueltas y se reacomodaban con aparente miedo sobre la madera frágil, pero la fuerza con la que se detenía para pasar, elevaba polvo.

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