Capítulo treinta + 3

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Colomba;
Toqué dos veces la puerta esperando que abrieran, pero no recibía respuesta y cambié el peso de mi cuerpo de una pierna a otra. Volvía a intentarlo porque no me iría sin verle la cara, así que golpeé con mis nudillos una vez más, en medio del suspiro de frustración que soltaba con las mejillas infladas, la puerta se abrió, las luces adentro estaban apagadas por lo que no se veía, ni siquiera ella que asumía estaba a unos metros.

Fueron 120 segundos contados hasta que de la sombra apareció el rostro de Adele, sus ojos estaban hinchados, del contorno le marcaban dos bolsas y la nariz le brillaba; podía ver como escondía su cuerpo en ropa negra y grande moviéndose de la manera en la que tratamos de protegernos del frío. La luz del pasillo del hotel la dejaba a la vista y parecía no agradarle, así que retrocedió desapareciendo entre la oscuridad de la habitación.

— ¿Puedo pasar, Adele?

Sentí el aire que hizo su cuerpo moviéndose y miré hacia el costado antes de comenzar a avanzar. La calefacción estaba apagada y las cortinas cerradas, eso hacía que las paredes encerraran el frío y la humedad dándole un aire lúgubre. La cama estaba desecha, el computador en un costado, el ipad sobre el velador, los lentes encima y el celular tirado en el suelo. No habían indicios de que haya comido algo, ya que la única basura tirada por ahí eran pañuelos con lágrimas y mocos. Cerró la puerta de golpe impidiéndome el seguir observando hacia donde había quedado ella segundos atrás, pero no podía divisar su cuerpo, así que me moví hacia un costado.

— ¿Has comido?

— ¿Necesitas algo, Colomba?

La voz estaba apagada y sonando como las primeras palabras en el día, aclaró su garganta y caminó hacia algún lugar encendiendo un tubo de luz tieso bajo una mesa de escritorio que había, iluminaba lo mínimo, pero podía verla.

— Que no me mientas al responder.

— Sí.

— Te lo agradecería. — insistí.

— Si harás un interrogatorio, viniste a perder el tiempo. Para llenarme de preguntas no necesito a nadie, estoy yo. Es suficiente.

— Adele, ¿has comido? — insistí y se quedó mirándome con las cejas alzadas.

Me giré agarrándome la cabeza con ambas manos y cerré los ojos concentrándome en un punto fijo. Pero la frustración me ganó y solté un gritito.

— Ni Angelo me hace estos berrinches.

La miré con rabia y se giró dándome la espalda para sentarse en la cama acomodándose.

— Me dijiste que...

— No, cállate.

— Colomba.

— Dije que no.

La apunté y me quedé mirándola. Se puso de pie rápidamente y se acercó a mí demasiado, pero me quedé quieta, no por gusto, sino porque no le demostraría que su cercanía me afectaba.

— ¿No nos vemos hace 9 días, y tu primera visita es para hacerme callar?

— Adele...

— Adele nada.

— Cállate, por favor.

— Deja de mandarme a callar, Colomba.

Se volvió a acercar amenazadoramente y al verme apegada a la pared, no se me ocurrió de otra que llorar. Pero no era llanto en realidad, solo show.

La sentí retroceder y se movió incómoda, trató de volver a acercarse, pero algo se lo impedía y me tapé la cara con ambas manos.

— No, no he comido. No tengo hambre tampoco.

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