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Buenas noche! Ya sé que es tarde, sorry, pero venga... Vámonos que vienen curvas, o no 😜

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Había dejado a María en su piso sin contestar ni una sola de las preguntas que durante todo el camino le había estado lanzando. No sabía ni qué contestar. En honor a la verdad, no sabía ni por dónde empezar a procesar todo aquello.

Había estado dando vueltas con el coche durante un buen rato. Conducir siempre la relajaba y esperaba que hoy ocurriera igual. Porque necesitaba calmarse y pensar, o mejor, dejar de pensar. No podía dejar de recordar todo aquello, cada mirada, cada gesto, cada palabra seguía tan nítida en su cabeza que ya no sabía si lo que sentía ahora era real, o un sentimiento causado por aquellos recuerdos tan lejanos.

Cuando reconoció la calle suspiró, no sabía en qué momento su mente había decidido dirigirse allí. Tan solo había estado una vez para acompañar a Lola y ésta se había empeñado en que subiera con ella. Luisita no había tardado en huir aquella vez. Sin embargo, estaba claro que su cabeza había guardado demasiado bien la ubicación. Justo cuando estaba por irse un coche salió de su aparcamiento y, como si fuera otra persona quién gobernaba su vida, aparcó y se bajó del coche.

La puerta del portal estaba abierta. Suspiró preguntándose una y otra vez qué hacia allí y porque no se marchaba. Tenía que irse, lo mejor para todos era dar marcha atrás en sus pasos y salir de allí. Por el contrario, salió del ascensor y tocó el timbre mientras su corazón latía a mil por hora.

- Lola, ya te he dicho que… - Amelia dejó de hablar en cuanto abrió la puerta.

- No soy Lola – fue lo único que pudo pronunciar Luisita y sintió unas ganas terribles de abrazarla al ver sus ojos llorosos.

- Ya veo – contestó sin poder creer aún quién estaba frente a ella, pues era la última persona que esperaba encontrarse hoy.

- ¿Estás bien?

- Sí… perdona – se apoyó en la puerta, sin saber si debía invitarla a pasar o a marcharse – si vienes buscando a Lola, se acaba de ir – señaló las escaleras.

- No busco a Lola – dijo lentamente y no podía apartar la mirada de aquellos ojos que hacían que se sintiera la mujer más especial del planeta.

- ¿Quieres pasar? – titubeante, finalmente la invitó.

- En realidad no sé si debería, Amelia – contestó bajando la mirada.

- ¿Y por qué has venido entonces? – continuó la actriz que no sabía bien cómo actuar.

- No lo sé – se elevó de hombros – hoy me ha pasado una cosa muy extraña – comenzó a hablar y distraída por sus propias palabras entró en aquel piso – y no sabía qué hacer, he estado dando vueltas con el coche – Amelia cerró la puerta sonriendo levemente – y al final, no le preguntes cómo, he llegado a tu calle y me iba a ir, te juro que me iba a ir y de repente, un coche ha dejado libre una plaza de garaje y claro tal y como está el aparcamiento en Madrid, eso solo podía ser una señal y entonces he aparcado y he subido y mientras subía solo podía pensar en todo lo que me ha pasado hoy y en qué… en que has dejado a Lola – al fin después de aquel discurso tan atropellado y del que Amelia estaba segura que ni siquiera había podido respirar mientras lo pronunciaba, Luisita quedó callada, respiró y miró a la morena – has dejado a Lola – repitió más pausadamente.

- Sí – bajó la cabeza un segundo para encararla de nuevo – Luisita después de lo que pasó entre nosotras el otro día, no podía seguir con ella.

- Ya… - ni siquiera sabía qué contestar a eso. – Amelia yo…

- No, no Luisita – cortó – no te estoy pidiendo nada y no pretendo nada con esto – le aclaró – yo sé que la he cagado, que es tu hermana y que tenía que haberme alejado – continuó echándose ella la culpa de todo porque no podía ni tan siquiera pensar que Luisita se culpara… ¿Qué significaba eso? – pero no sé qué me pasa contigo… es que, desde la primera vez que te vi sentí algo – continuó y Luisita, que sí empezaba a entenderlo todo, no pudo evitar una pequeña sonrisa – algo que no te sé explicar, que ni siquiera tiene sentido, pero no dejo de pensar en ti y de verte todo el rato en todas partes – continuó – y el otro día en el Kings… yo que sé, no me pude contener y así no puedo seguir con Lola.

- Amelia…

- Que ya sé lo que me vas a decir, que esto es una locura.

- Exacto, es una locura – al fin logró hablar – es una locura y tenemos que cortarlo de raíz – y dio un paso al frente – debemos poner distancia entre las dos – con un paso más se acercó a ella – sea lo que sea esto, tiene que acabar antes de que empiece – uno más y ya estaba a escasos centímetros de Amelia – no podemos hacer esto… - alargó sus brazos y sintió temblar el cuerpo de la morena bajo sus manos – es una locura – susurró, tan cerca de sus labios que a Amelia se le paró el corazón al sentir el aliento cálido de Luisita chocar contra sus labios.

- Luisita – el nombre de la rubia salió de su boca como un suave jadeo.

- Amelia – susurró mojándose los labios lentamente, anticipando las ganas que tenía de lo que se avecinaba – joder – el estridente sonido de su teléfono las hizo separarse – es Lola – anunció cuando miró la pantalla. Amelia puso distancia entre ellas yéndose al otro lado de la sala – Lola, dime.

- Luisi, ¿Estás en casa de Amelia? – inquirió y Luisita abrió los ojos asustada – que he visto tu coche aquí aparcado.

- Ehh… sí, sí estoy aquí – contestó con los ojos cerrados y algo agobiada, pero no podía mentirle cuando estaba claro que sabía que estaba allí – he venido porque…

- ¿Me vas a ayudar, verdad? – cortó Lola al otro lado del teléfono – me vas a ayudar a saber quién es la zorra esa por la que me ha dejado, ¿verdad? – terminó de decir y a este lado de la línea, Luisita cerró los ojos una vez más, sintiéndose terriblemente culpable – gracias, Luisi, de verdad… - continuó – no sabes la rabia que tengo, además que acabo de salir de allí y sigue diciendo que no hay nadie, una y otra vez dice que no hay nadie.

- Lola… es que, yo que sé, lo mismo no hay nadie – se sintió la peor persona del mundo y desvió la mirada hacia Amelia que hasta ahora, también evitaba mirarla.

- Yo sé que hay alguien, no me preguntes cómo, pero sé que alguien hay – se repitió – tu habla con ella a ver qué te cuenta y luego me llamas.

- Vale…

- Gracias, hermanita, te quiero, ciao – aquello fue lo último que escuchó Luisita antes de que Lola cortara la llamada.

El silencio se hizo el rey del lugar. La tensión se asentó entre las dos y la culpa cayó repartida sobre sus hombros. Ninguna se atrevía a moverse. Ninguna se atrevía a decir una sola palabra y mucho menos, ninguna se atrevía a mirar a la otra. Aquella llamada, al final, había logrado lo que tanto habían estado pidiendo momentos antes, poner algo de sensatez entre ellas.

- Será mejor que me vaya – pronunció Luisita en un tono de voz que evidenciaba la derrota.

- Sí, será mejor – corroboró Amelia en el mismo tono.

Amelia vio como Luisita cogía de nuevo su bolso. Vio, desde su posición y sin moverse, como se lo colgaba a modo de bandolera. Vio, sin querer hacer ni un solo gesto que la delatara, cómo se acercaba a la salida y vio, mientras el aire comenzaba a faltarle, cómo abría la puerta que daba a la calle.

- Luisita – la llamó.

La rubia frenó cualquier movimiento. Cerró los ojos con fuerza, apretó los labios mientras tomaba aire y finalmente, como si se le fuera la vida en ello, cerró la puerta de golpe encerrándolas de nuevo en un universo ajeno al resto del mundo. Se dio la vuelta. La miró. Sonrió como si se estuviera rindiendo y cuando recibió la misma sonrisa como respuesta, se quitó el bolso en movimientos rápidos, lo dejó tirado en cualquier lugar y tras dos zancadas, sintió como los brazos de Amelia se ceñían a su cintura y perdiendo la poca cordura que le quedaba, atrapó los labios de la morena entre los suyos.

Nuestras Vidas y El TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora