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Hola. Bueno, a ver: en primer Lugar, me disculpo, esto me parece un poco una locura, hace muchísimo tiempo que no escribo y la verdad que no sé muy bien a dónde va a llegar esta historia. Tengo poquísimo escrito y poco a poco iré actualizando, aunque no puedo poner días exactos. Espero que os guste o al menos os entretenga.

Los capítulos de momento son cortos, aunque intentaré alargarla con el transcurso de la historia.

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Nuestras Vidas y El Tiempo

-  ¡Que no! ¡Que te he dicho que no y es que no!

El grito se escuchó en toda la sala. Algunos clientes levantaron la vista y miraron hacia ella algo confusos. Luisita Gómez agradeció que en ese momento el bar no estuviera muy lleno, al menos no habría hecho demasiado el ridículo. Sabía que quizás había elevado la voz más de la cuenta, pero su hermana llevaba una larguísima media hora repitiendo una y otra vez lo  mismo y su paciencia se estaba agotando. Hizo un gesto avergonzado a modo de disculpa con los clientes y retomó su camino hasta la barra. Dejó la caja de las cervezas que había sacado del almacén y de un salto se metió tras ella.

- Mil veces te digo que no saltes por encima de la barra y mil veces sigues haciendo lo que te da la gana – regañó María llegando tras ella del almacén.

- Cien veces te he dicho hoy que no te voy a acompañar y aquí sigues, insistiendo – contraatacó Luisita al tiempo que metía botellines de cerveza en la nevera.

- Pero es que no sé qué te cuesta, de verdad, solo será un rato y ni siquiera tienes que entrar conmigo – insistió una vez más.

- Pero qué pesada eres. Que no voy a ir, que no sé cómo te lo tengo que decir. Además que si no hace falta que entre, no sé para que quieres que te acompañe – finalizó.

- Pues porque no quiero ir sola – se sentó en uno de los taburetes de la barra – y porque a ti tampoco te vendría mal venir.

- ¿Y eso por qué? – preguntó un poco indignada.

- Porque, Luisi, cariño, perdóname que te lo diga pero últimamente tienes el aura un pelín oscura – gesticuló haciendo circuitos en el aire frente a su hermana pequeña – una limpia y un equilibrio de energías no te vendría mal.

- ¿Sabes lo que no te vendría mal a ti? – María negó con la cabeza – alguien que te tratara la tontería esta que tienes.

- Te lo estoy diciendo muy en serio.

- Y yo, María, que sabes perfectamente que no creo en esas cosas. Déjame. te he dicho que no voy a ir y no voy a ir.

- ¿Y si te hago tus turnos en el puente? – Luisita la miró, ella hizo un gesto de súplica y sonrió – piénsalo, librerías todo el puente y...

- Y tendría que echar una mano en El Asturiano – la corto – y ayudar a mamá con los pequeños. Mira, no, que al final trabajo menos aquí que librando – concluyó bajando al suelo la caja de las cervezas ya vacía.

- Yo me encargo de los pequeños y te ayudo en El Asturiano, pero Luisi, por favor acompáñame, ¿Qué te cuesta? – insistió una vez más, con cara de pena.

- No vas a parar, ¿Verdad? – preguntó.

- Sabes que no – sonrió María haciéndose la inocente.

- Pesada.

- Guapa.

- Cabezota.

- Lista.

- Tonta.

- Preciosa.

- Deja de hacerme la pelota – advirtió con un dedo – eso sí, como haya cosas raras yo me voy.

- No habrá nada raro, prometido.

- No te aguanto – terminó dándose la vuelta para atender a un cliente que acababa de llegar.

María la miró triunfante. Orgullosa de sí misma por haber conseguido convencerla. Realmente no pensaba que lo lograría. Si ella era cabezota, su hermana Luisita lo era mil veces más, así que agradecía a los astros por alinearse y lograr que su hermana accediera a ir con ella.

                            *****

Aun se preguntaba qué hacia allí. No sabía bien por qué había acabado aceptando. Bueno, en realidad sí lo sabía, porque su hermana podría ser más insistente y más pesada que ella misma. Pese a todo, no comprendía por qué no se daba media vuelta y volvía a casa. ¡Esas cosas a ella no le gustaban! Mucho menos se las creía, ¿Para qué había ido?


- Es aquí – anuncio María señalando el lugar.

- ¿Aquí? – interrogó incrédula. La fachada absolutamente descuidada, llena de pintadas superpuestas y nada bonitas, unida a la destartalada puerta, que bien podría derribar ella misma de una patada, le hacía desconfiar de todo lo que había a su alrededor – María, ¿Dónde me has traído? – inquirió un tanto asustada.

- Es la casa okupa de unos amigos. La chica de la que te hablé está aquí de visita y no sabes lo bien que hablan de ella, dicen que es buenísima. Te va a encantar. Vamos – y tiró de ella con intención de arrastrarla dentro. Luisita se soltó con algo de brusquedad.

- Uno: ¿Desde cuando tienes tú amigos okupas? Dos: no pienso entrar ahí. Tres: No me va a encantar, ni siquiera se va a acercar – finalizó cruzándose de brazos y plantandose ante ella.
- De verdad, que cabezota, ¡si ya estamos aquí! ¿Qué te cuesta? – Se puso tras ella y comenzó a empujarla – veeennga, vaaaaamos – la empujó un poco más – tienes que abrir la mente, en serio, Luisi.

- Abrir la mente, abrir la mente – gesticuló imitando su tono – Esto va a costarte más que un par de turnos en el puente – advirtió.

- Que sí, que sí. Vamos que llegamos tarde – y con esto, sin darle opción a réplica, María empujó la puerta y entraron ambas a aquella casa.

Nuestras Vidas y El TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora