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Lo habéis pedido vosotr@s, así que a mí no me digáis na, 🤣🤣

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Cuando Amelia abrió los ojos aquella mañana, lo primero que sintió fue un fuerte pinchazo en la cabeza y una sequedad brutal en la garganta. Escuchó ruidos en la cocina y sonrió, recordaba, de manera lejana, muy levemente y de forma algo confusa, besar a su novia en el sofá de su casa la noche anterior, pero no era capaz de recordar nada más. Una queja salió de su garganta cuando, al moverse, sintió un fuerte pinchazo en la cabeza.

- No vuelvo a beber más en mi vida – se dijo tumbándose de nuevo por un instante, para tomar aire y finalmente, enrollando su cuerpo en la sábana, salió en busca de su chica.

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Luisita tamborileaba con los pulgares sobre el volante mientras tarareaba una canción que sonaba en la radio. Sonreía con ganas de llegar y desayunar con Amelia y darle todos los besos que no le pudo dar la noche anterior.

El sonido de su móvil y el nombre de María en la pantalla del coche le hicieron borrar su sonrisa y recordar que ese día, habían decidido hablar con Lola.

- Hola, María – dijo al descolgar desde el volante - ¿Ya estás despierta? Es muy temprano para ti.

- Ja, ja, qué graciosa – Ignacio se tenía que ir temprano así que me he despertado yo también, ¿Desayunamos juntas? - preguntó con cierto pesar en la voz - Ayer me quedé un poco mal después de irme de tu casa y Luisi.

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Cuando Amelia llegó a la cocina todo su cuerpo se quedó rígido. Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo y una sensación de pánico invadirle el alma. Aquella que bailaba en su cocina al ritmo que marcaba la música de la radio, no era ni de lejos, Luisita.

- ¿Lola? – no podía ni siquiera creer que quién estuviera en su cocina, únicamente con una de sus camisetas tapando su cuerpo fuera Lola y no Luisita. ¿Qué cojones había hecho?

- Despertaste, ya era hora – dijo Lola distraída.

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- María es que voy camino a casa de Amelia, vamos que estoy llegando – se disculpó con su hermana – voy desayunar con ella y luego supongo que llamaremos a Lola para hablar.

- Vale – contestó María al otro lado de la línea – y lo siento, Luisi, de verdad, siento su ayer fui muy dura pero… es que mínimo una persona va a sufrir y sois mis hermanas y …

- Lo sé, María, lo sé – contestó – ¿te crees que me gusta esto? Deja de ponerme más nerviosa, por favor.

- Si, sí tienes razón, perdona – contestó María – ¿que raro?

- ¿Qué es raro? – preguntó buscando aparcamiento.

- Pues, nada, no sé, acabo de llegar a casa y Lola no está – afirmó mirando todo en su piso – hasta su cama está hecha.

- Se habrá ido temprano, yo que sé – contestó Luisita – sabes que Lola es muy de paseos mañaneros.

- Sí, supongo que sí – se encogió de hombros a este lado de la linea.

- Bueno, te dejo, que voy a aparcar y si hablo contigo no puedo – dijo colgando el teléfono y poniendo el intermitente para indicar el estacionamiento.

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Amelia se maldecía a sí misma por no ser capaz de recordar lo acaecido aquella noche con Lola, pero solo le venía el recuerdo de aquel beso sobre el sofá con la que ella pensaba que era Luisita. Al parecer, no lo era pues quien estaba allí, insultantemente sonriente no era su novia sino su ex.

- Lola dime qué pasó anoche – dijo exigente y miró hacia el sofá, donde encontró ropa que no identificó como suya, por lo que debía ser de Lola – Lola por favor dime qué pasó.

- ¿No te acuerdas? – dijo mirándola y  un segundo y no la miró, ni siquiera volvió el rostro hacia ella.

- No, tengo un vago recuerdo de estar besando a Lll… a alguien y ya – confirmó, Lola le dio la espalda.

- Me besabas a mí – afirmó y Amelia se tapó la cara con las manos claramente agobiada. No podía estar pasando. Eso no podía estar pasando.

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Luisita agradeció a aquel señor que le aguantó la puerta del portal mientras que entraba cargada con croasanes y un pequeño ramo de flores. Sonreía ilusionada, era la primera vez que le regalaba flores a alguien y aunque le parecía, en cierta forma, una cursilería, no se había podido resistir cuando vio la floristería abierta junto al edificio de su novia. Llamó al ascensor como pudo y nerviosa, casi tirando al suelo los dulces logró pulsar la cuarta planta.

- Lola no me jodas, que estoy con otra persona y la quiero y… - tan agobiada estaba que no era capaz de procesar y mucho menos pensar lo que decía – estoy enamorada de ella y tú y yo no…

- Eres una hija de puta – cortó Lola con rabia – mira que lo sabía…¡Es que lo sabía – elevó el tono de voz - ¡SABIA QUE HABIA ALGUIEN! ¿QUIEN ES LA ZORRA?

- Lola, por favor, dime qué esto no ha pasado – se desesperaba. El timbre de casa sonó y no siquiera pensó que iba vestida con una sábana – NO PUEDE HABER PASADO.

- ¡NO DECIAS LO MISMO AYER CUANDO ME COMÍAS EL COÑO! – espetó la mayor de las Gómez con rabia.

Y en ese mismo instante pasaron tres cosas: Amelia abrió la puerta quedando absolutamente petrificada ante la visita; los cruasanes y el ramo que traían Luisita cayeron al suelo por el impacto no solo de aquellas palabras sino de la imagen que corroborada aquellos gritos. Y Lola enfureció más al comprender quién era la mujer a la que tanto decía amar Amelia.

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Nuestras Vidas y El TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora