↠ Capítulo 53 ↞ (nuevo)

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Llegaron a la frontera con Tiamat dos días después

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Llegaron a la frontera con Tiamat dos días después. Se habían mantenido día y medio acampando en medio del bosque, sobreviviendo de lo que cazaban, asegurándose que nadie las seguía ni vigilaba. Parecía ser que no, así que fue suficiente para ir a Tiamat.

No podían ir por el puente Malín, un gran puente que conectaba ambos reinos por sobre el Lago de los Cinco, pues era estar demasiado expuestas a que las vieran. En su lugar, caminaron hasta una parte donde ambos reinos sólo estaban divididos por un par de metros de lago, donde soldados habían construido un puente improvisado con un par de tablas días antes.

La frontera no estaba muy bien vigilada, no desde que Tiamat se había rehusado a mantener su muralla abierta y se declaró enemigo de Athanaric, por lo que podían estar ahí, cubiertas por bosque, sabiendo que nadie las buscaría.

Había un par de metros de tierra entre el lago y el altísimo muro que rodeaba el reino. Cada kilómetro había una puesto de control, así que se acercaron al más cercano. Era una pequeña caseta pegada al muro azul, donde usualmente trabajaban un par de soldados tiamatenses.

Nairi alzó ambas manos, mostrando las palmas y Aurora la imitó. Ambos soldados las habían visto y se acercaban a ellas con espadas desenvainadas.

—¡Identifíquense!

—Mi nombre es Nairi de Shyama, esta es Aurora. Venimos en paz —mencionó y comenzó a acercarse lentamente a ambos hombres, que parecían temblar. Nairi pensó en lo extrañados que estarían; nadie pasaba nunca por ahí—. Queremos hablar con su general.

Ambos hombres se voltearon a ver con el ceño fruncido y después asintieron. Uno de ellos, el más tembloroso, salió corriendo hacia la caseta, abrió una puerta que llevaba al interior de la muralla y el otro se quedó observándolas.

—¿Para qué vienen?

—Vamos rumbo a Uttara, buscando a alguien. Somos parte de La Resistencia —anunció Nairi con voz suave—. Se lo explicaremos todo a su general; no buscamos problemas.

Ninguno de los tres se movió hasta que un señor más alto, quizá de cuarenta y tantos años, también vestido con un uniforme azul marino, salió de la caseta y se acercó a ellas.

—¿Qué hacen aquí? ¿Quiénes las enviaron?

—Sabemos que en Tiamat el cielo es más azul, los pájaros cantan las más exquisitas melodías y el sol no deja de iluminar los grandiosos corazones de su gente. —Nairi sonrió de lado al ver cómo el reconocimiento asomaba por el rostro del general—. Larga vida a la reina Leocadia.

El general asintió y le hizo una señal al soldado, que corrió hasta la caseta y abrió la puerta principal: un pedazo de madera de un par de metros de alto y ancho en medio de la piedra azul del muro.

—Adelante —dijo el general.

Nairi caminó por delante de Aurora, que tomó el caballo por la cuerda y lo introdujo con ellas al interior de la muralla.

La guerrera durmiente: la maldición © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora