❁ Capítulo 46 ❁ (nuevo)

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La muerte de Yamin había sido su culpa

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La muerte de Yamin había sido su culpa. Lo sabía, y estaba consciente de que se metería en problemas al volver al campamento, pero necesitaba ir de vuelta. Nairi estaba grave, necesitaba un médico de inmediato.

Su espalda estaba destrozada. Decenas de líneas, marcas de látigo, hacían un hueco en su piel y sangraban; marcas de quemaduras, cortes y «A»s en su piel. Una horrible cortada que ya no sangraba partía su boca en partes desiguales. A pesar de que la muerte de un ser humano le pesaba en la consciencia, el estado de Nairi le pesaba en el corazón.

Todo estaba de cabeza.

Atli no había hablado en el rato que llevaban ahí, sólo lloraba en silencio la muerte de su Líder y de su amigo Tatius. Aurora también lloró un poco.

Linza llegó horas después, cuando Nairi estaba dormida. Llevaba una camilla que cargarían entre los tres para llevar a Nairi, y tenía la cara hinchada. Los ojos hinchados.

—No pude recuperar el cuerpo —dijo y se dejó caer en los brazos de Atli, llorando.

Aurora sabía que se refería al cuerpo de Tatius. El de Yamin ya estaría seguro en La Resistencia, pero el de Tatius era seguro que el rey se lo hubiera quedado. El corazón de Aurora se estrujó. Cómo lo sentía.

—Es todo mi culpa, perdón —lloriqueó. Linza y Atli se voltearon hacia ella y su amiga la abrazó con fuerza.

—Está bien, Tatius quería salvarla —dijo y acarició su cabeza. Aurora se sintió estúpida, era ella la que debía consolarla—. Si por él fuera, salvaría a todo el mundo. Está bien, nadie lo obligó.

Linza tomó a Aurora por los hombros y la miró a los ojos, muy cerca.

—Él querría que lo recordáramos como el héroe que fue —murmuró—. Él dio su vida porque quiso, y debemos honrarlo como el hombre que se arriesgó sabiendo que podía morir, no como el que se arriesgó pensando que podría salir vivo. Era consciente, ¿sabes? Y eso lo hace más valiente.

Aún así, ver el dolor de Linza y Atli le rompió el corazón. Las consecuencias de sus acciones comenzaban a materializarse frente a ella, a volverse más reales, y a clavarse mucho más en su corazón.

❁ ❁ ❁

Llegaron al campamento horas después. No habían tomado las precauciones de rutina, dando mil y un vueltas antes de ir directo hacia allá, pero les había tomando mucho tiempo porque necesitaban ir con cuidado. Muchas sacudidas o movimientos muy bruscos podían lastimar aún más a Nairi y agravar sus heridas.

Pasaron directamente a la Médica, sin nadie que se interpusiera en su camino, pero en cuanto depositaron a Nairi, boca abajo, en una cama, Lanaia salió de la nada y abofeteó a Aurora. Tenía la cara hinchada.

—¡Pero cómo se te ocurre venir a plantar cara después de lo que hiciste! —gritó. Se abalanzó sobre ella y Aurora se quedó quieta, esperando el golpe, sabiendo que se lo merecía, cuando Atem, también con la cara hinchada, la sujetó por los brazos, desde atrás, y la retuvo—. ¡Suéltame, suéltame!

Atem no la escuchó. Le hizo una señal a Aurora con la cabeza, señalando hacia afuera de la Médica.

—Al Centro.

Era hora de enfrentar más consecuencias.

En el Centro, Domitia, Aldric y Caelina permanecían sentados en sus lugares, en silencio. Aurora entró y Caelina se paró de golpe, tirando la silla, y se acercó a ella a pasos fuertes. Al igual que Lanaia, la abofeteó y luego, para su gran sorpresa, la abrazó.

La soltó antes de que pudiera regresarle el abrazo y comenzó a caminar de un lado a otro frente a ella.

—Es que mierda, mujer. Tenías que ir a hacer eso. —Se paró frente a ella, sus ojos ardiendo con algo que no entendió—. Dos muertes a cambio de una vida frágil y débil; a cambio de una moribunda. ¡Dos muertes, joder! Una de ella de la cabeza de toda La Resistencia, del que nos mantiene unidos a todos.

Aurora se mantuvo en silencio, con sus manos frente a ella y mirada en el suelo.

—Estoy en este jodido punto medio en el que no sé si sentirme aliviada por tener a Nairi de vuelta o una mierda por la muerte de Yamin, que no sólo es una gran pérdida de una gran persona, sino que toda la guerra sufrirá esto si no encontramos a un líder como de ya —dijo Caelina. Una lágrima solitaria cayó por su mejilla—. ¡Perderemos la jodida guerra si no hacemos algo pronto!

Se sentó en su silla y Aurora se quedó parada en su lugar, congelada. ¿Qué podía hacer o decir? Nada.

—¿Sabes por qué Yamin era tan jodidamente importante? Porque parece que no —Caelina frotó sus puños cerrados contra su cabeza, con fuerza, como si se estuviera intentando contener—. Él fue el que unió a todos, todo el mundo lo ama, todo el mundo lo respeta, todo el mundo lo sigue porque él es genial. Era. —Observó hacia abajo y gritó—. ¡Joder!

Atem entró poco después, solo, y tomó asiento en su silla designada.

—Lanaia ya está comenzando el velatorio —dijo y todos asintieron.

—Ahora tenemos que ver qué carajo vamos a hacer. ¡Medidas de contingencia, gente!

Aurora permaneció sentada en su banco habitual, lejos de la mesa pero pendiente de la conversación.

—Temas a tratar —dijo Domitia con un pedazo de papel en la mano—. Líder interino, selección de un nuevo líder permanente, ritos funerarios y castigos hacia la soldado Linza, Atli y la comandante Aurora.

El corazón de Aurora se paró. No quería hablar y preguntar, pero suponía cuál era uno de los posibles castigos: el exilio.

Quizá lo merecía.

Quizá lo merecía

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La guerrera durmiente: la maldición © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora