↠ Capítulo 30 ↞

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Comenzar a gustar de Aurora era una cosa

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Comenzar a gustar de Aurora era una cosa. Era doloroso, era peligroso, la aterraba. Se había alejado y comenzaba a sentirse mejor. Pero, haberla visto en el Crival bailando con Halli... eso le había hecho entender que, si se descuidaba y se permitía enamorarse de Aurora, no sólo habría otra persona cuya pérdida podría destrozarla, sino que también saldría herida por el simple hecho de sentir algo por ella, porque Aurora no podría corresponderla.

Jamás se había encontrado en esa situación, pero pudo imaginar sus repercusiones.

Así que tomó a Caelina de la mano y se internó con ella en el bosque. Entre risas, se escabulleron lejos del bullicio.

—¿A dónde, cielo? —preguntó Caelina—. Podemos ir al campamento, los sacos de dormir son más cómodos. Mejor aún, mi colchón es mejor.

De momento no quería volver ahí, donde la curiosidad le picaba por ir a encontrarse con Aurora.

—A una aventura.

Cuando ya estaban lo suficientemente lejos, la tomó con fuerza y la estampó contra un árbol. Comenzó a devorar sus labios como si fueran la última comida que podría probar y comenzó a acariciar su piel bajo la blusa. Ni siquiera sabía lo que hacía o quería, sólo planeaba distraerse un poco. Parecía funcionar.

Un grito desgarrador las interrumpió. Más gritos. Una voz muy familiar pidiendo ayuda.

—Ve por refuerzos, yo iré a ver qué pasó.

—Soy mejor luchando, iré yo —dijo Caelina, pero Nairi la detuvo tomándola del brazo.

—También eres más rápida. Ve. Estaré bien.

Caelina se inclinó hacia ella y la besó brevemente en los labios antes de correr hacia el campamento.

Nairi caminó hacia el sonido. Los gritos seguían, y cada vez estaba más convencida de que conocía esa voz, pero no de esa manera. Jamás la había oído gritar. Cuando se dio cuenta que era Aurora, corrió como jamás en su vida lo había hecho.

No tardó en encontrarla. Una mujer la tenía agarrada por la espalda, con un cuchillo en su cuello. En el suelo frente a ellos, Halli estaba inconsciente, sangrando. El lugar donde los tres estaban permanecía iluminado por una luz flotante.

Nairi sabía quién era esa mujer. Era una bruja, Anahit. La conoció años atrás; ella le había pedido que hiciera algunos trabajos para ella y habían sido un equipo. Hasta que no lo fueron.

—Anahit —dijo Nairi, llamando la atención de la bruja. A diferencia de Gyneth, Anahit tenía el cabello rubio, menos brillante que el de Aurora, y lucía como una jovencita. Sus ojos violetas brillaron con más intensidad cuando se dieron cuenta que Nairi estaba ahí.

—Vean lo que trajo el viento. —Sus sonrisa de dientes chuecos no la hacía menos hermosa, pero más inquietante. Nairi intentó mantener la compostura—. Nairi, te estaba esperando.

La guerrera durmiente: la maldición © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora