❁ Capítulo 52 ❁ (nuevo)

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Los últimos seis días fueron un auténtico infierno

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Los últimos seis días fueron un auténtico infierno. Había corrido de un lado para el otro, ayudando a empacar, a cargar cosas, a consolar gente que se sentía asustada, a mantener a todos los soldados entrenados y alertas, a vigilar la caza y la cocina que, en momentos tan peligrosos, la gente se olvidaba que eran de primera necesidad.

Eran demasiadas cosas que controlar al mismo tiempo, y Aurora sentía que estaba perdiendo la cordura de a poco. Pero no podía permitirse el lujo de pensar en ella misma. Tenía que estar bien.

La mayoría de la gente dormía en la Médica, temporalmente, a falta de tiendas. Ya estaba todo empacado, incluyendo el techo bajo el que dormían, así que la cabaña estaba retacada de gente. Pese a que era grande, no era tan grande y la gente dormía apoyada una contra la otra. Los enfermos eran los únicos que tenían camas, el resto dormían en el suelo, o en las sillas, o en donde sea que pudieran. El Cuarto de Armas, también vacío, servía de refugio para otros tantos. Las torres vigías, la cocina, el Centro; todos lugares donde los que no vigilaban se guarecían en la noche.

Lo único que les quedaba era esperar a que un ataque para huir.

Aurora dirigía uno o dos simulacros diarios, en los que la gente sabía a quiénes debía buscar, dónde reunirse y cuántos tenían que ser. Cómo escapar, al formación, la velocidad a la que lo tenían que hacer.

Estaba exhausta.

Después de comer parada mientras corría de un lado a otro, verificando que todo siguiera en orden, se sentó en una de las sillas del Centro y echó la cabeza para atrás.

—Sólo media hora, lo juro, y volveré a trabajar —dijo en voz alta a la nada.

Quería dormir un poco. En los últimos días, sus horas de sueño habían disminuido. El primer día, cinco; el segundo, cuatro; el tercero, cuarto, y quinto, dos. Ese día apenas había dormido una hora.

También estaba la misión para ir a Uttara. El grupo que estaba destinado a ir iba a salir dentro de dos días, así que también tenían que tener todo eso en cuenta. Mantener a todos motivados, tranquilos y productivos, así como todos los materiales en orden... era demasiado.

Alguien tocó a la puerta. Aurora levantó la mirada y observó a Nairi. Su corazón se paró, y Aurora se preguntó si la privación de sueño la estaba haciendo alucinar.

—¿Puedo pasar?

Aurora asintió, sin encontrar ninguna palabra para decir.

Nairi tomó una silla y la movió hasta estar frente a ella.

—¿Has estado durmiendo? Te ves exhausta.

Aurora tragó saliva.

—Es-estoy bien. ¿Tú, estás mejor?

—Si no hago movimientos bruscos, estaré bien. Ya casi no me duele.

—Me alegra.

Se mantuvieron en silencio, y Aurora sólo tenía ganas de darse de cachetadas para ver si era real y para darse el impulso necesario para reaccionar y salir de ahí. Tenía cosas que hacer.

La guerrera durmiente: la maldición © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora