☰ Capítulo 47 ☰ (nuevo)

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Athanaric se mantenía sentado en su silla de la sala de reuniones, esperando

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Athanaric se mantenía sentado en su silla de la sala de reuniones, esperando. El día había sido mil veces más productivo de lo que esperaba: no sólo había logrado matar a ese parásito de Yamin, sino que, según le habían informado, habían ubicado a los rebeldes que rescataron a Nairi. Uno de ellos era Aurora.

Aunque no le gustaba la noticia, no se dejó llevar por la emoción. Aurora pagaría su traición así como todos los rebeldes.

Ahora sólo esperaba al equipo de reconocimiento que había seguido a Aurora y sus compinches. Era cuestión de tiempo antes de que llegaran con la información exacta de dónde estaba el campamento que había intentado encontrar desde hacía tiempo.

Había hecho bien en dejar escapar a la aberración.

—Mi señor —dijo Frey, entrando a la sala y haciendo una reverencia—. Tenemos la ubicación.

Athanaric sonrió. Frey le entregó un mapa con una gran equis en un punto del Bosque del Norte.

—¿Cuál es su plan, mi señor?

—Hay que asustarlos, Frey. Démosles una semana para que pasen por su duelo, le hagan un funeral, lo entierren, y después atacamos.

—De acuerdo, mi señor. Avisaré a las tropas.

—Oh, no, Frey, no hay necesidad. —Athanaric sonreía y reía mientras hablaba. Se sentía liviano—. Estaba pensando en enviar una sola persona. Asustarlos, matarlos de miedo.

Frey carraspeó y agachó la cabeza.

—Mi señor, es mi deber aconsejarlo en contra de su decisión —dijo y cerró los ojos, apretándolos con fuerza.

—Frey, Frey, Frey; atacarlos de un sólo golpe no es divertido. —Sonrió aún más grande, mostrando todos los dientes—. Cuando tienes la ventaja, debes mostrar que la tienes. Divertirte un rato.

—Mi señor, es peligroso alertarles de que sabemos dónde están. Podrían irse.

Athanaric asintió.

—No dejaré un mes entre cada ataque, Frey, no soy estúpido. —La sonrisa de Athanaric se borró de su rostro por un segundo, pero reapareció poco después—. Los mantendremos vigilados y, cuando crean que están ganando... ¡bam! —Golpeó la mesa con el puño derecho y soltó una carcajada—. Todos muertos.

Se paró y caminó hacia la salida.

—Primero el campamento, Frey, luego Durga, luego Hebe. Padre desearía ser él el que logró tanto como yo... Lástima que no pueda estar vivo para ver cómo su hijo fue mucho mejor que él.

Salió del salón riéndose y saboreando la victoria en la boca.

Salió del salón riéndose y saboreando la victoria en la boca

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La guerrera durmiente: la maldición © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora