❁ Capítulo 24 ❁

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Aurora despertó en medio de la noche, sudando y respirando con dificultad

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Aurora despertó en medio de la noche, sudando y respirando con dificultad. Desde que había llegado a este mundo había tenido pesadillas. Empezaron como sueños medianamente inquietantes hasta convertirse en pesadillas en toda regla. A veces soñaba con Athanaric que la mutilaba y torturaba, otras veces soñaba con su regreso a Eadburg y su misma madre asesinándola, enojada de volver a verla. Uno recurrente era la misma escena del asesinato de Zécat sacada de sus recuerdos, otras veces soñaba con Julius muerto, o con Nairi siendo arrestada. O soñaba con el vacío; tan sola cuando estaba encerrada en el castillo y tan desesperada por encontrar una salida como lo estuvo por volver a su realidad después del incidente con Rahuel.

Fuera como fuera, llevaba un par de días despertando en mitad de la noche y teniendo problemas para volver a dormir.

Esta noche, la situación apenas había cambiado. Era el mismo recuerdo del asesinato de Zécat, pero no era ella, sino Nairi, y sus llantos y gritos calaron en lo más profundo de su alma. Cuando despertó, agitada y sin poder respirar, se negó a volver a dormir.

Un movimiento a su lado la asustó. Nairi se había despertado, y se incorporaba dentro de su saco de dormir.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—Oh, sí, no es nada. Perdón por despertarte, vuelve a dormir.

El silencio reinó hasta que Nairi volvió a hablar.

—Suenas agitada. ¿De verdad estás bien? ¿Puedes respirar?

—Perdón. Fue una pesadilla. Estoy bien —dijo sin aliento.

—¿Segura?

No contestó. No sabía qué decir, y tampoco era prioridad. Necesitaba calmar su respiración.

Una luz se encendió a su lado. Nairi había tomado una vela y la había encendido. La acercó hacia la cara de Aurora y frunció el ceño.

—Parece que estás bien.

—Te lo dije. Perdón por despertarte.

—Deja de disculparte, está bien. No es tu culpa. —Tomó una toalla que tenía encima de sus mochilas y la pasó por la frente de Aurora. Ella sonrió, agradecida—. En realidad, ya te he escuchado. Ayer. ¿Las tienes a diario?

Aurora asintió. Su respiración era menos agitada.

—¿Las tenías en Eadburg?

—No así, no. Comenzaron cuando llegué, y cada día son más reales.

Nairi dejó la vela a su lado y terminó de secarle el sudor de la frente. Le acomodó la almohada y la palmeó dos veces.

—Está bien, acuéstate.

—No. —Aurora se encogió de hombros y se abrazó a sí misma—. Perdón, pero no puedo. No sé si quiero, tampoco.

Las imágenes comenzaban a ser menos reales. Aurora podía entender que no era real, que había sido una pesadilla, pero la sensación en su cuerpo, el frío que sintió, los escalofríos; todo seguía ahí. El simple hecho de pensar en volver a dormir le causaba dolor de cabeza.

La guerrera durmiente: la maldición © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora